Somos ira desatada, pero también sincero abrazo que se abre silente. Nuestra fuerza descontrolada quizás también empujaba sus balas, en sus estruendos también explotaba algo de nuestra ira. Debemos definitivamente enterrar aquella furia que tanto dolor ajeno y propio ha causado. Debemos entregar las armas restantes y convertir igualmente en arados el arsenal de adentro. Somos ellos y ellas, ahora tras las huellas de un alba demasiado postergado. Somos el Akelarre de Fernández DÃaz, pero también nos reunimos en el regazo de Mari. Hemos vencido y nos han derrotado en muchas guerras. Estamos junto al Anboto y en las faldas de otras montañas. Sobre todo estamos en un inmenso verde, en una inabarcable pradera de esperaza, en un presente único que llevábamos generaciones escalando. Ponemos todos los arrepentimientos por delante y queremos empezar de nuevo. Estamos en un ahora en el que podemos olvidar todos los antiguos y mutuos agravios y colocar el contador a cero. Venimos de todas partes decididos a construir una Euskadi definitivamente diferente. Ahora es cuando podemos renacer por fin, a lo sumo mañana bien temprano cuando terminemos de deletrear todos los perdones. “Euskal herria bihotzean†(E.H. en el corazón) decÃan los presos al final de su comunicado. Pero a veces el corazón nos traiciona y es cuando buscamos el hierro y la sangre brota y la historia se tuerce. Por fin “Euskal herria bihotzean†coronando un manifiesto, callando las máximas leninistas, los discursos desvariados, las consignas enfurecidas. El corazón eran dos sonidos (bi-hots), pero nos quedamos demasiado tiempo con el trueno, silenciando trinos y auroras. Por fin alcanzamos el noble corazón y es ahà donde podemos empezar de nuevo, donde podemos reconocernos y reencontrarnos, donde se levanta “Aita eguzki†(Padre sol) y arranca otra historia. Hacia falta bajar al noble corazón y esperar a que el viento barriera unas consignas hirientes, unos panfletos vacÃos. HacÃa falta coraje para cerrar ese lúgubre medio siglo. Nos ha costado más de cincuenta años volver al noble corazón, dejando en las curvas demasiado dolor acumulado y en las aceras demasiados inocentes yaciendo. Pertenecemos a la misma constelación, cuyo centro se sitúa en un profundo y lejano hayedo; a la misma órbita que delimita una lengua ancestral y sabia, una cultura viva y singular; al mismo pueblo que canta y baila a ambos lados del Pirineo. La noche se abalanzó, no al defender esa constelación, esa órbita también sagrada, sino al no prescindir en su momento debido del hierro empuñado. Estamos aquÃ, soplando esa ya vieja hojarasca, camino de aquel hayedo olvidado. Estamos aquà recapitulando y aprendiendo de nuestros errores. El terrorista que nos habita ha hecho las maletas y está resuelto a marcharse para siempre. Inicia el viaje de nunca jamás. Somos aquel que desnudó a la ira de su llamas con las que alumbrar el mañana. El violento que mora dentro agotó toda su artillerÃa y palpa en su bolsillos los cartuchos de la esperanza. El futuro ya nos ha alcanzado. ¡Por ese futuro compartido, por ese mañana que ahora empieza de respeto entre los dos sonidos (bi-hots), las dos culturas, las diferentes formas concebir paÃs; por ese porvenir de rostros ya distendidos y amanecidos; por nuestro destino uno con el universal de definitiva paz, armonÃa y solidaridad! * En la imagen: Atardecer en Anboto de Mikel Agirregabiria. La sierra de Anboto está encima de Durango y dice la tradición que es el refugio de Mari. |
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