Lo que está ocurriendo estos dÃas en Chile nos lleva, de forma inequÃvoca. a concluir que, pese a los augurios pesimistas, la civilización progresa. Lo más trascendente del caso Pinochet, es que se van acabando los Pinochets. A los déspotas del pasado les va llegando, más pronto que tarde, la citación de una justicia ineludible. Ahora se sentará Augusto Pinochet ante los togados de Santiago, pero pronto lo harán Milosevich, Karadich… ante el Tribunal de la Haya. El horror que desplegaron se va acallando, el dolor cicatrizando, su gris memoria relegando a los anales de la historia. La impunidad y la arrogancia de las dictaduras de ayer encuentran ya firme peaje en nuestros dÃas. Futuros tiranos se lo habrán de pensar dos veces al saber de un Pinochet interrogado por sus crÃmenes del pasado. El juez Guzmán inaugura caminos de libertad hacia el futuro al hacer compadecer al general ante ley. Poco significan los siguientes capÃtulos en el culebrón del general chileno. Ha vencido la justicia y el estado de derecho. No encierra mayor relevancia si a Pinochet se le indulta por cuestiones de salud, si tendrá que pasar algún breve tiempo tras cómodos barrotes. Poco importa incluso si vuelve a gozar de una libertad de la que él privó a todo un paÃs. En realidad el anciano dictador ha soportado un macrojuicio desde que fue retenido en Inglaterra. La opinión pública internacional, los medios de comunicación, las autoridades democráticas… de Europa y América, han emitido, de las más diversas formas, su claro veredicto de culpabilidad. No son tiempos ya de rencor, mas si de memoria. Llega a nosotros en estos momentos, en el que la historia se ordena y los papeles se redistribuyen como corresponde, el recuerdo de los que se quedaron en el camino. Honor, pues, en los tiempos de plenas libertades, a quienes cayeron por ellas, a quienes no bajaron la cabeza ante la ignominia, a quienes enarbolaron la bandera de la democracia y la verdad en los tiempos de la persecución y la mentira, a quienes dieron su vida por un Chile de mayor justicia e igualdad social, a aquel presidente, entero y sin fisuras, que llevó el compromiso con su pueblo hasta las últimas consecuencias..  "Y se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre construyendo para siempre su libertad". La profecÃa radiada, el mensaje conmovedor y esperanzado de un Allende valiente, acorralado por la barbarie, va encarnando en nuestros dÃas. ¿Qué tirano se atreverá de nuevo a cerrar esas alamedas consagradas ya por siempre a la libertad? ¿Qué militar se atreverá a sacar sus tanques a las calles a la vista de la cara, y cada vez más pronta, factura que pasa la conciencia colectiva? Lo más alentador de todo el "affaire" de Pinochet, es el cerrojo que coloca al pasado. Los pequeños de hoy y de mañana no necesitarán saber de militares que allanan palacios, de tortura y muerte por defender ideas de progreso. Ya no hay vuelta atrás, por más que vociferen los nostálgicos de un pasado que salvaguardó su, a menudo, escandaloso privilegio. Se van abriendo las grandes alamedas, sin controles militares, sin alambres de espinos, sin metralletas amenazando al pueblo llano; las anchas avenidas de los hombres y mujeres, curtidos por el pasado, pero a la vez sanados de odio y resentimiento, "construyendo para siempre su libertad". Dictadas las justas sentencias que pondrán coto a despropósitos pasados y futuros, la más plena libertad se alcanzará cuando ésta sea también penetrada por un profundo sentimiento de reconciliación. No son tiempos ya de rencor, cada quien va saldando sus deudas. El dolor del pasado ya no deberá lastrar el futuro. ¡Responda el dictador ante los jueces por la "caravana de la muerte", que a nosotros nos corresponde también promover alarde y caravana de esperanza y de vida!  |
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