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LA MUERTE NOS IGUALA

Quien encarnó muy arriba, puede volver a tomar tierra en el último arrabal. Quien lo que primero contempló fue un tejado de uralita, puede manifestarse en una posterior vida rodeado de los más finos algodones y sedas. Quien calzó corona, podrá probar mañana la suerte del vasallo... Deberemos experimentar todas las condiciones, sólo así nos llevaremos las enseñanzas inherentes a cada una.

Somos iguales a los Ojos de lo Inombrable. Nadie era más, ni era menos en razón del oro y la plata ceñidos a su cuerpo. Nadie era más, ni era menos por los títulos y honores otorgados en la vida material. Todas las joyas se quedarán aquí, ni una lira podremos esconder en el bolsillo, ni un paje podrá recogernos el vestido al querer avanzar firmes hacia la postrera Luz, ninguna lujosa carroza podrá acompañarnos en el crucial tránsito. La muerte física nos iguala a todos/as, es el acto sin duda más democrático.

No hay prebenda alguna al llamar cabizbajos a la otra orilla. Reyes y olvidados seremos medidos por la única, exclusiva y universal vara del amor, del servicio al prójimo. Quién más tenía, quien poseía una de las mayores fortunas del mundo, deberá de dar cuenta de toda esa riqueza y patrimonio que se le cedieron circunstancialmente para la mejor administración.
Todos volvemos, una y otra vez tomamos vestidura carnal, hasta que el brillante sujetado en la cabeza despida el mismo brillo que el alojado en lo profundo del corazón.

Artaza 15 de Septiembre de 2022

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HONRAR, SIEMPRE HONRAR

También meteremos monedas en el bolsillo de su postrero barquero, también le desearemos el mejor de los tránsitos. Supremo respeto a tan popular figura. Toda persona es sagrada, digna de honra, máxime si concita tanto encomio y admiración, si a lo largo de toda la geografía mundial se redactan apresurados infinidad de elogios, se la extraña ya tanto. Supremo respeto desde el momento en que crecen imparables las montañas de flores en su memoria y los peluches escalan a la carrera las rejas de su Palacio. Suprema honra por más que tantas cosas no terminemos de comprender. Trajo estabilidad y prosperidad a su nación, por más que su balanza, al igual que la nuestra y de todo congénere, tiene su ineludible contrapeso.

Feliz estancia al otro lado de la orilla a la reina de Inglaterra. Grato tránsito a la monarca recién fallecida, buen viaje a todo hijo o hija de Dios que, tras intenso pulso evolutivo, abandona su vestidura terrestre para retornar al Hogar verdadero. Al otro lado del velo, por supuesto también para ella tiernos brazos, seres celestiales y trompetas de otros Vientos, lujo y brillos que no caducan, palacios de genuino cristal.

Honrar, siempre honrar, por más que no comprendiéramos el Brexit, ni lo de las Malvinas, ni el bombardeo del Belgrano, ni el vasto imperio, ni la riqueza desmesurada… Honrar siempre honrar por más que huelgue ya el cuello de armiño y el cetro del medioevo, por más que creamos que hemos de progresar hacia estructuras más horizontales, democráticas y compartidas; honrar siempre honrar porque nosotros también erramos e igualmente querremos ser recibidos con los brazos abiertos al culminar nuestra, tantas veces fallida, experiencia en la carne.

 
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