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¿POR QUÉ SÓLO HASTA AQUÍ?

Amigos catalanes de la órbita soberanista me piden que por favor aclare lo de "rendirse al ultimátum de Rajoy". ¿Por qué acatar sus condiciones, por qué hasta aquí sí y más allá no? ¿Por qué con la fuerza acumulada no llegar “hasta el final”? Explicaba mi parecer en el anterior artículo “Europa silente”, pero deseo aquí añadir algún argumento.

Primero aclarar que no puedo hacer mío ese “final” . Lo he explicado en diferentes ocasiones, pero no me importa repetirme. Estoy en esta apuesta porque creo que la libertad es la primera de las leyes superiores, divinas, que no necesariamente (como bien podemos constatar) de la tierra; porque sin ella no es posible la evolución. Estoy en este jaleo porque, al igual que otros muchos ciudadanos del Estado, consideramos que en España hay un déficit muy importante de libertades y de democracia y que es preciso pujar pacífica y constructivamente por ello. No cabe duda de que Catalunya es valiente vanguardia en esa apuesta. Estoy en el jaleo, con todas las adversas consecuencias que me ha traído, porque considero que Catalunya tiene derecho a decidir su futuro, no porque deseo una Catalunya independiente. No es mi particular deseo.

El consenso y la convivencia son valores sagrados, no así considero el de la independencia, mientras ésta no goce por lo menos del apoyo casi total, en este caso de la ciudadanía catalana, no por cierto de la española. El sujeto de decisión es la ciudadanía catalana, no la española como tantas veces se afirma desde instancias oficiales. Yo no puedo para nada decidir sobre el futuro de mis hermanos catalanes.

Creo que un poco más de la mitad de la ciudadanía a favor del Estado catalán no es suficiente. Creo que "hasta aquí sí" y más allá no, porque la proclamación de la independencia requeriría dos condiciones. La primera un mayor consenso en Catalunya y la segunda un apoyo internacional. Ninguna de las dos condiciones por el momento se dan. No creo que la independencia valga la crispación y fractura social que se avecinaría en caso de que finalmente se declarara. Creo que es preciso, por encima incluso del postulado nacionalista, preservar la convivencia y, aunque aún minoría, hay mucha ciudadanía en Cataluña, demasiada ciudadanía que no desea la independencia.

Estamos llamados a velar por esa armonía, por encima de nuestros más caros ideales. Puedo perfectamente comprender y comprendo que, a la vista del hastío por la cerrazón e inmovilismo del Gobierno y quienes le apoyan, haya muchos hermanos catalanes que quieran soltar todo tipo de amarras y marchar, pero en ese viaje ya no podremos acompañarles.

La libertad es otra cuestión. Nadie se debe sentir herido porque su sociedad inaugure más necesario terreno de libertad. Eso es lo que nos ha unido hasta el presente y por supuesto nos seguirá uniendo. Creo que ahora toca acumular empuje para profundizar en esas libertades. Apremia concitar el mayor número de fuerzas progresistas para que en el plazo más breve se pueda realizar una reforma constitucional honda. En ese nuevo marco ojalá se contemple el derecho de la Generalitat a organizar el referéndum, hasta el presente tan injustamente negado.

Apostar por la vía de la reforma constitucional no supone dar por baldío todo el esfuerzo movilizador desarrollado, más al contrario supone reconocer que sólo la ejemplar, pacífica y cívica movilización de esa ciudadanía catalana en pos de una mayor democracia y libertad, es la que ha abierto este panorama más esperanzador. España entera se lo adeuda a Catalunya. España debería reconocer a quienes tanto han dado por lo que todos gozaremos.

 
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