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¡Ne touche pas!

¡Ne touche pas! Nadie por favor toque esas urnas; nadie por favor las secuestre y las lleve a una sombría estancia policial. Esas urnas son de la ciudadanía y ningún dirigente político, ningún togado que albergue principios democráticos, debería tocarlas. Difícilmente se hallarán razones para pretender sofocar nuevos espacios de democracia dignamente conquistados.

Seguramente se equivocan quienes van contra los vientos de la historia, quienes aspiran a dibujar una nueva línea divisoria humana, quienes ven en la independencia la panacea para la resolución de todos sus problemas. Sin embargo tienen derecho a equivocarse. El futuro se las basta para enmendar los posibles pasos equivocados.

Más allá de perseguir una voluntad tan extendida entre el pueblo catalán a decidir sobre su futuro, habrá que adentrarse en la esfera de las causas, preguntarse por qué buena parte de esa población adopta tan extrema decisión, ¿qué es lo que ha llevado a tan considerable proporción de la ciudadanía de Catalunya a ansiar hacer las maletas y dejar España? Seguramente el claro déficit de libertades del Estado, su escasa sensibilidad para con las justas reivindicaciones autonómicas están en la raíz del problema. España urgía de una pendiente catarsis a partir de la cual empezar a sacudirse un pasado excesivamente cañí, conservador y centralizante. Catalunya le ha servido esa catarsis imprescindible.

La libre voluntad de las personas y las gentes para diseñar su futuro no debiera ser cuestionada en los albores del siglo XXI. No queremos un nuevo Estado catalán, no queremos nuevas fronteras, sin embargo aquí nos jugamos algo más que todo eso; aquí y ahora catalanes y súbditos del Estado nos jugamos algo de nuestra dignidad, algo de nuestra condición de seres libres.

Podrán vencer, pero no convencer. Podrán vencer a corto plazo con la fuerza que ya comienzan sin pudor a exhibir, pero no a largo plazo. Nacerán seres más y más libres, que no soportarán tanta tutela; nacerán almas celosas del superior principio de libre albedrío que querrán unirse a sus hermanos de otros pueblos por voluntad propia, no por imposición. Sólo así florecerá en la Tierra y en nuestro Estado español la genuina, la añorada hermandad.

No son delincuentes, son hermanos que se desean libres. No es metal, no son armas lo que buscará a partir de hoy con denuedo la policía, son sencillos, inocuos papeles y urnas. Vendrán nuevas generaciones que darán la espalda a la obcecación inmovilista. Curadas las heridas que la torpeza centralista ha generado, Catalunya será con nosotros, pero por propia voluntad, no por ajeno dictado.

La historia terminará dando la razón a quienes han intentado reiteradamente resolver el contencioso de forma cabal y dialogada y sólo recibieron portazos. La historia respaldará a quienes, Generalitat a la cabeza, reclaman hoy urnas cívica, pacífica y honorablemente. La historia sabrá comprender a quienes hoy se revelan, de forma respetuosa y no-violenta, ante modernas y muy “constitucionales” formas de abuso.

El tiempo ha corrido, a menudo volado en cuarenta años. No somos los mismos que aquellos recién despertados de la larga y oscura noche, no somos los mismos que aquellos recién sacudidos del yugo de la dictadura. Nuevas Constituciones por favor para tiempos más libres, para ciudadanías más emancipadas. Siempre estaremos a tiempo para la mesa del diálogo y el reencuentro, siempre es tarde para el ordeno y mando, para perseguir inocente, inofensivo metacrilato. Nuevos acuerdos y leyes para el feliz y armonioso encaje de todos.

 
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