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Por la ruta de Santiago en Francia

Breves apuntes de tres días caminando  
Estos días de silencio en las Redes han sido de camino en la hojarasca. Vuelvo con más otoño en mis espaldas, ojalá también más paz en mi corazón. El puerto de Roncesvalles desde Donibane me ha molido el cuerpo, pero en esa inmensa soledad del bosque, en esa oscuridad que se iba poco a poco adueñando del hayedo pude sentir una suerte de gozoso Amparo. No caminamos en balde si ponemos conciencia en el paso, si no permitimos que las cosas del mundo y los miedos nos asalten y ganen.

OSTABAT-DONIBANE GARAZI (Saint Jean de Pied de Port)
Primera etapa. 22 kms.
6 de Noviembre de 2022.


He forzado mucho este cuerpo sesentero, pero no me arrepiento de lo vivido. El Camino me ha vuelta a acercar un poquito más a mí mismo, me ha hecho uno con la entera Creación. He fortalecido lazos humanos, sobre todo con la entrañable pareja que regenta el albergue de Belari (www.beilari.info) en el casco viejo de Donibane Garazi (Saint Jean de Pied de Port).

No soy tan presuntuoso como para pensar que el agotamiento tras la subida de Ibañeta me ha colocado en otro estado de conciencia. Más al contrario me ha vuelto más vulnerable, más impotente ante las recias e imponentes montañas, más por lo tanto en las manos de Dios. Desconozco si la vulnerabilidad es puerta hacia el Espíritu, pero aquí y ahora junto al fuego de mi hogar, con el cuerpo roto, me siento más tiernamente acogido por Aquello que me desborda.

Con ese agotamiento me ha alcanzado una sensación de cierta clausura, una suerte de despedida de los Caminos que una y otra vez he emprendido a lo largo de mi vida, pero quizás era sólo cuestión de dosificar desniveles, de más almendras en la mochila, de más paciencia en el corazón. Por más que no tarde el día en que debamos de despedirnos de las montañas y sus collados de altura ya inaccesibles, jamás deberemos perder de vista las cimas de adentro y su blancura que siempre, siempre nos estarán aguardando.



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DONIBANE GARAZI (Saint Jean de Pied de Port)-ORREAGA (Roncesvalles)
Segunda etapa. 25 kms. (5 kilómetros con trampa)
7 de Noviembre de 2022

Le he pedido al frío otoñal una tregua para poder hollar sus bosques que ya amarillean. Los días son cortos, pero la maravilla inmensa. Placer de aventurarme en este tiempo por rutas desconocidas. En Euskadi Norte (parte francesa) la industria y su degradación y sus humos han quedado fuera. El paisaje es original, verde y amable. Sólo algunas granjas ganaderas y su exceso de estiércol y uralita se empeñan en ajar la armonía de la estampa. Al no haber entrado la codicia del pino, la geografía no queda uniformizada, ni la tierra quemada o acidificada.

Al atardecer, ya en los aledaños de Donibane, hay momentos tan sagrados que incluso hay que recoger los bastones; evitar su ruido. Por supuesto recogerse también uno mismo en silencio. La Vida nos trae de repente instantes sublimes en mitad de la Naturaleza, ante la belleza circundante. Ninguna concesión al más mínimo ruido que pueda malograr esa hora sagrada. El repique de las “makilas” se antoja incluso disonante en medio de un silencio preñado de sutil magia.

Llegué de noche, como se aprecia en la foto de ayer a Donibane, pero me aguardaba el confort de un hogar y el placer de la comunión. “Beilari” (www.beilari.info) era una visita pendiente desde hace muchos años. La profunda comunión en el espíritu con Joxelu y Jackeline y su consiguiente y sentida conversación horadaron la noche. Era un compartir anhelado que sólo aguardaba el momento adecuado para desbordarse. Joxelu es un alma noble situada estratégicamente entre las viejas piedras de Donibane, de esa estirpe de generosos hospitaleros que están devolviendo el espíritu al camino.



ORREAGA (Roncesvalles)-LINZOAIN
Tercera y última etapa. 15 kms.
8 de Noviembre de 2022

Sed de otoño, de paz y de paseo sin fin me habían sacado a los caminos a pesar del frío y de los días cortos, sin embargo a veces esa búsqueda fuera del tiempo adecuado puede conducirte a situaciones extremas. Estaba agotado cuando anochecía a varios kilómetros de Roncesvalles.

El interés meramente deportivo y el turismo económico lastran la Senda sagrada. Cuando uno no es recibido con un mínimo de calor humano en un albergue por parte de los que ya moran en él por esa noche, ha de echarse la mochila al hombro y abrazar de nuevo camino, por más que el bosque sea inmenso y la noche prepare ya su tiniebla. El hayedo me devuelve la paz y sin embargo a esas horas su propuesta es arriesgada. Hice en taxi una trampa de 5 kms. para poder alcanzar a tiempo el destino en la altura, pero mi espíritu peregrino no me permitió más licencias.

La segunda noche se me echaba en medio de la arboleda sin fin. Hasta las hayas más cercana se iban poco a poco fundiendo en el negro circundante. Nada que temer por las tinieblas exteriores, sino por las que más adentro, demasiado a menudo, cercenan el alma… Alcanzo finalmente el asfalto desierto y una generosa alma andaluza perdida por esos lejanos lares, me para en la noche y me coloca a pie de refugio y de cama en Orreaga.

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Me aguardaba trabajo en Artaza. Al día siguiente renuncio en Linzoain un poco antes de la hora prevista, a la vera los hayedos de Erro. Lluvia, dolor de pies y cansancio me sacan del Camino. Me debo a la aceptación, a la necesidad de asumir los límites cada vez mayores de un cuerpo ya castigado.

Fin de la escapada. Si te pones a hacer auto-stop con mucha lluvia al borde de una carretera secundaria, poco transitada, ten paciencia. No se te ocurra de ninguna forma perder la fe en el ser humano. Vendrán nuevos tiempos con más generosidad al borde del asfalto. Vendrán nuevas generaciones con menos miedo en sus entrañas, con más facilidad de freno en el motor, con más voluntad de ayuda en su corazón acelerado.

“!No quiero más aventuras…!” me decía a mí mismo al entrar en el cómodo y caliente autobús aterido de frío. Ojalá pronto me arrepienta, ojalá continúe, no sé cuándo, no sé dónde la siempre enriquecedora aventura…

 
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