La revolución pretendió hacernos creer que ya estábamos llegando, cuando apenas estábamos arrancando. Nos dio a entender que nos encontrábamos en los aledaños de la victoria, pero ni siquiera nos habÃamos vencido a nosotros mismos. La revolución nos enseñó a gritar, pero no a respirar. Nos envÃo el consigna errada de que todo era cuestión de cuatro dÃas y no de casi una eternidad que es lo que necesitamos para purificarnos, asà en lo individual como en lo colectivo... Durante demasiado tiempo creÃmos enteramente esos mensajes equivocados. Pintamos consignas con faltas de ortografÃa en fachadas de exquisito mármol. Tiramos las piedras, levantamos las barricadas y sin embargo no amanecÃa por fuera, tampoco por dentro. La revolución nos reveló un mapa confundido hacia una Itaca asà imposible... Ahora estamos recogiendo las piedras que arrojamos, desmontando las barricadas que levantamos, abrazando a los hermanos que perseguimos… Ahora nos estamos de nuevo ubicando. Nos preparamos para la larga travesÃa. Ahora estamos llenando la mochila de vÃveres, la cantimplora de agua y el alma de lÃquida e infinita paciencia. Ahora sabemos que el progreso en la ineludible senda de la evolución será lento. Ahora desconfiamos de ficciones y sobresaltos, sólo atendemos al lento, gradual y seguro perfeccionamiento. |
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