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¿Ocaso de los partidos?


Al escalonado divorcio de Iñigo Errejón con respecto a la formación morada no es difícil encontrarle una lectura más amplia. Los legítimos novios de la libertad siempre se acomodarán mejor en un ancho y plural movimiento ciudadano que en el marco, más o menos limitado o incluso severo, de un partido político. Más allá del “ruido” por la alianza establecida con la pujante alcaldesa, nos interesa colocar en la mesa del debate público la cuestionable vigencia de la fórmula tradicional del partido político y las “artes” que conlleva.

“Lo he fundado y lo llevo tatuado en la piel…”, pero cuando la marca se vuelve rígida y tirante, quizás sea necesario prescindir de ella. Por mucho que el prometedor dirigente lleve en la epidermis el partido que ha cofundado, no deja de ser un tatuaje doloroso. Los acontecimientos van demasiado rápido y las fórmulas de hace pocos años pueden ya haberse quedado obsoletas. A la hora de la verdad ese “tatuaje” no le permite hacer política transversal, flexible, generosa, inclusiva como a él le gustaría. Algo le invita a tener que frotarse el hondo dibujo.

El ya exdiputado de “Podemos” está demostrando en la práctica las enormes limitaciones de una estructura partidaria a la hora de hacer aquella política de la buena, es decir abierta, generosa, en clave de verdadero servicio. Además de la lectura de las consecuencias inmediatas de su decisión, nos interesa el cuestionamiento del compañero de viaje de Carmena de toda una forma de hacer política. ¿En los tiempos de los grandes retos planetarios y del empoderamiento humano a través de las nuevas tecnologías, sigue teniendo sentido la militancia en estructuras tan ideologizadas? ¿En la hora de los urgentes desafíos globales, sigue siendo razonable vincularse sólo a aquellos que alzan un puño demasiado a menudo desbordado de ira?

La estructura de partido nació en contextos de situaciones lacerantes, de gruesa confrontación en los que primaba cerrar filas. El partido nace de la mano de la ideología, ¿pero si las ideologías se nos hacen tan añejas, tan de otro contexto ya superado, no será que también ha caducado su forma de organización inherente? El partido jerarquizado, dirigista, distante de las bases, va cediendo cada vez más espacio a los movimientos ciudadanos participativos y transversales.

Vivimos el tiempo de las diversidades convergentes, de las sensibilidades agrupadas. Llega la hora de unirnos en torno a valores que nos vinculan, no a ideologías tan susceptibles de separarnos. Es ya la ocasión de los movimientos ciudadanos cohesionados más en torno a sensibilidades, a metas incluyentes que a una ideología concreta. ¿El éxito de las Mareas gallegas, de Carmena en Madrid, de Colau en Barcelona…, no responderá a la necesidad de unirse las fuerzas inquietas, los movimientos ciudadanos de progreso en torno a valores compartidos, a proyectos ilusionantes?

Si el partido respeta ese movimiento ancho y participativo, el partido podrá integrarse, pero si el partido quiere, al viejo estilo, marcar directrices y candidatos, como ha ocurrido en Madrid, el partido por muy morado que sea, será arramblado por la fuerza de una historia definitivamente puesta a caminar. Con expresa voluntad o no, Errejón ha puesto en cuestión la vigencia del partido y eso es positivo. El propio partido que él ha formado no le sirve para aglutinar ciudadanos, para llevar a los centros de responsabilidad en Madrid a las corrientes del progreso.

Estamos alumbrando la forma de organizarnos en el futuro y nadie sabe a ciencia cierta cómo será eso. Lo que sí sabemos es que las fórmulas verticales y cerradas del pasado ya no sirven. Queremos estructuras abiertas y participativas, queremos unir el mayor número de voluntades en torno a valores y proyectos que representen avance de la humanidad. Queremos unirnos en torno a la bici, las energías alternativas, la sostenibilidad…; unirnos en torno a la solidaridad, el apoyo a los refugiados, la Madre Tierra, la cooperación con el Sur, el comercio justo…; unirnos en torno a metas urgentes y compartidas, como la salud y la alimentación natural, la producción ecológica, la defensa de los hermanos animales… En todos esos nobles afanes no necesitamos del partido que tan a menudo divide a la ciudadanía, dirige la militancia, frena la imaginación y el dinamismo...

Necesitamos articularnos libremente en base a las ventajas de un mundo interconectado, con la finalidad de lo que, hoy por hoy, sigue moviendo nuestros corazones: ganar amplias mayorías que no confrontan, que amablemente quieren construir para todos/as aquel otro mundo posible.

 
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