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Por una cultura del acuerdo

Como es arriba es abajo. La ciudadanía tenemos la clase política que nos merecemos. El espíritu del individualismo y el partidismo sigue aún ganando la partida al espíritu del compartir y de la cooperación. El pasado no acaba de ceder y el futuro aún no termina de nacer. Deseamos sepultar el bipartidismo, pero nos falta aún tradición de pacto. Adolecemos de cultura de diálogo y encuentro, por eso tenemos aún, a estas alturas, un gobierno en funciones. Nadie se quiere entender con nadie, nadie quiere ceder. Nuestro ahora de ingobernabilidad es el reflejo de nuestra dificultad de acordar. La historia nos empuja hasta este aparente callejón sin salida, hasta este panorama de falta de flexibilidad y generosidad. La historia nos lleva hasta este presente en el que, no sólo las dos, sino todas las Españas están obligadas a entenderse.

¿Cuántas veces el otro, el diferente incluso el adversario acercan su parte de verdad, de luz, incluso de complemento, de lo que precisamente nos faltaba? La realidad clama entendimiento. El mapa político heterogéneo demanda puentes y sin embargo llevamos más de dos meses desayunándonos con titulares de mutuas e incesantes descalificaciones. Cede el pasado de mayorías absolutas y sin embargo se urden todo tipo de maniobras para alcanzar el máximo poder sin pacto alguno y por lo tanto sin la representatividad suficiente. Las líneas rojas prevalecen sobre las voluntades de necesarios acuerdos. Sí, hay líneas rojas, pero las menos, sólo las que afectan a la salud de la propia democracia: la corrupción y la merma de libertades. Por un lado, el afán de lucro, ya personal, ya partidista, no puede tener cabida en la política. En ese sentido, no pone fácil el acuerdo la formación gobernante, que tanta corrupción, a lo largo de tantos años, ha permitido entre sus dirigentes. Por otro lado a una democracia que se quiere madura, ningún partido le debiera poner ni peros, ni condicionantes. La aceptación de un referéndum, lejos de ser problema, debiera de ser exponente de salud democrática.

Cada fuerza tiene sus temas pendientes. “Ciudadanos” avanza por la buena senda al apadrinar y promover la cultura del entendimiento, sin embargo se niega a ese mismo entendimiento con quienes representan pieza clave del tablero y siempre han exhibido clara cultura democrática, como son las fuerzas nacionalistas moderadas. “Podemos” trae indudable aire renovador y espíritu progresista, sin embargo no desea salir de la decimonónica trinchera. El espíritu de confrontación tiñe en exceso la esperanza que pretenden encarnar. Los socialistas se presentan como la salvación de España, pero después disparan duro para todos los lados. Quieren apoyos después de haber agotado sus cartuchos. El Partido Popular urge una gran limpieza y reconversión. A pesar de haber recibido más votos, necesita ganarse a pulso la confianza de las otras fuerzas políticas. Le falta también recorrido para homogeneizarse con un conservadurismo europeo menos populista y de más arraigo democrático.

Estos dos meses largos en los que la clase política se ha manifestado incapaz de formar un gobierno, hablan de nuestras impotencias. Todos se arrogan el sentir mayoritario obviando la evidencia de que son sólo parte, pieza de un puzzle heterogéneo. Un gobierno de gran coalición que incluya a todos los colores de más arraigo presenta un evidente desafío por el que merece la pena arriesgar. La falta de una mayoría absoluta es algo positivo y beneficioso cuando se ha desarrollado cierta voluntad de alcanzar consensos. La unidad uniforme no presenta retos, los presenta la unidad en la diversidad. El desafío humano es entenderse con quien no siente y piensa igual, a sabiendas de que habrá un postrero y mutuo enriquecimiento, amén de aleccionador testimonio, en este caso, ante la ciudadanía.

El pacto exige sus renuncias, pero si se lleva adelante con generosidad, genuino espíritu de servicio y altura de miras, siempre será más lo que se gana con él que lo que se pierde. No se demore pues, alcance al mayor número de sensibilidades y voluntades, todas respetuosas de las otras, todas conscientes de que se necesitan mutuamente para seguir avanzando.

 
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