Los juguetes pueden tener género, al igual que tanto en la vida tiene género, al igual que el magnetismo de los cuerpos celestes se sirve de dos fuerzas diferentes, al igual que la electricidad necesita polo positivo y negativo para calentar nuestros hogares ahora que ya comienza a rugir el invierno. Los niños son sagrados, sus juegos también. Nos busquemos autoridad en las estanterÃas de sus habitaciones, tampoco en las de sus mentes. No somos quiénes para colocarles nuestras preferencias en sus armarios. Si entramos en ese territorio, que sea para fomentar una creatividad siempre respetuosa con su sensibilidad e inclinaciones. No conviene imponerles nuestros esquemas mentales. No hay razón para alejar el rosa de las niñas o el azul de los niños. Dice el clásico del ocultismo por nombre “Kybalión†que el género está en todo: “Todo tiene sus principios masculino y femenino; el género se manifiesta en todos los planos†El género también puede reflejarse en el juguete y no hay razón para condenarlo, no hay motivo para el escándalo. La niña puede peinar el rubio de la muñeca, el niño puede hacer avanzar el camión de bomberos por el piso con todas sus sirenas encendidas y la hogareña escena puede ser hermosa. Sobre el hogar de la familia no pende precisamente esa amenaza del juego de género. Hay género cuando somos grandes, luego también cuando pequeños. No hay nada de negativo en el género, todo lo contrario, sin esa diferencia de género ninguno estarÃamos leyendo estas letras, ninguno de nosotros/as existirÃamos. Esa complementariedad y atracción sostienen la vida. La discriminación de la mujer es una lacra que estamos obligados a combatir. La supremacÃa de género constituye un atentado a la Vida y un freno al progreso humano. Iguales por supuesto en derechos, ¿quién osará a estas alturas cuestionarlo?, pero no necesariamente iguales en inclinaciones, sentimientos, pensamientos... Esa diferencia es la que nos acerca mutuamente, la que nos une en el ámbito fÃsico, emocional y mental. No conviene exacerbar esa diferencia, pero tampoco ningunearla. La ley del género no está expuesta a las controversias del tiempo, las modas y las circunstancias. Podemos polemizar sobre ella, pero nos hará poco caso. Nos guste más o menos, la ley del género es, reina en la naturaleza, gobierna soberana por supuesto también entre los humanos. No hay por lo tanto, razón para rasgarnos las vestiduras con el juguete tradicional, ni para ganarnos a los Reyes Magos u Olentzero para nuestro particular credo. VÃa libre a la imaginación infantil. Rueden a su antojo los carritos de las muñecas, rueden los caballos de cartón sin necesidad de levantar señal de “stop†en ninguna moqueta. Artaza 11 de Diciembre de 2018 |
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