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CUIDARNOS O CALLARNOS

No entraré en el contencioso Amber Laura Heard y Johnny Depp. Es preciso abstenerse de lo que uno no conoce, por lo menos lo suficiente para ponderar y decantarse al respecto. Me limitaré a preguntar: ¿Cómo lo público puede entrar tan adentro en una alcoba, transgredir lo más íntimo? ¿Cómo se puede decir que uno u otro ha triunfado a la vista de tanto sufrimiento y dolor? ¿Cómo se puede concebir un triunfo judicial o de cualquier orden erigido sobre tantas lágrimas y desgarro humano, en este caso de una joven mujer?

¿Cómo de tanta belleza, cuanto menos aparente, nos hemos hundido tan abajo? El patético proceso sirva para acercar el hastío de nosotros/as mismos/as, de nuestra condición más sombría. ¿Hasta cuándo seguiremos convocando a todos nuestros más despreciables demonios ya a la alcoba, ya a la inmensa plaza de la Red de redes?

Sin embargo, incluso de ese oscuro juicio planetario recién concluido deberemos obtener alguna enseñanza. Bien podría ser una tan triste como elocuente foto de una civilización sin recorrido alguno, destinada a ceder para siempre. Podríamos unirla a la fachada igualmente mancillada, herida y bombardeada de un edificio ucraniano y servir para trazar el más hondo Rubicón, el más decidido "nunca jamás”.

Sirva todo este lamentable circo global para reconsiderar la naturaleza de las relaciones. Sirva para propiciar honda reflexión colectiva, para concluir que hemos de cuidarnos y respetarnos un poco más. Quizás debíamos poner vela, flores y mutua compasión a la vera del lecho, jamás watios, focos y eco mediático.

Cuidarnos y si definitivamente no lo logramos, callar e intentar hacerlo mejor en la siguiente oportunidad. Cuidarnos y olvidarnos de los letrados, por supuesto también de los periodistas, youtubers y tiktockers. Cuidarnos y cogernos de las manos y perdonarnos y definitivamente pensar donde falló y se ausentó nuestro amor, nuestra caricia y ternura, nunca la de al lado.

Si nadáramos en la Luz, un acontecimiento de estos no cobraría relevancia alguna, no devoraría espacio en los medios de comunicación. El grado de interés que suscita un juicio tan mediático como éste, está directamente relacionado con nuestra dificultad de remontar vibración, de alzarnos en vuelo, de cobrar altura sobre nuestras miserias humanas.

No sé quién tiene la razón, tampoco me interesa. Todo apunta que ambos se habían involucrado en un laberinto tóxico de responsabilidades compartidas. Reconozco haber caído y prestado también alguna atención al oscuro culebrón, sucumbido a la tentación de hurgar en esa pobredumbre ajena.

Debiéramos olvidarnos de todo esto y mirar arriba, donde no se citan en juicios sobrecogedores, donde no se echan los trastos a la cabeza. Debe haber realidades superiores, donde aprendieron a relacionarse en compasión, donde ensayan comprenderse mutuamente, donde se viven como hermanos.

 
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