Procuro que la oración preceda todas las mañanas al teclado. Primero respirar, primero el incienso, el recuerdo de quiénes somos y para qué estamos. Primero brújula, Norte, después teclas. Primero la conciencia de a qué servimos y después ponernos a la tarea. Sólo a la vera del humo sagrado, de la vela perfumada, sólo tras la toma de conciencia más profunda, sólo al disponernos al servicio de su Nombre, la palabra podrá fructificar. ¿Me quedo bien al levantarme a calentar el té tras el punto final? ¿He arrojado más luz o confusión? ¿Hubiera sido preferible el silencio? Si las letras constituÃan mero trampolÃn para el ego, habremos evidentemente fracasado. El Cielo juzgará. Al Cielo por lo tanto hemos de remitirnos, al Cielo de ahà fuera y de aquà dentro de nosotros. Conviene por lo tanto perfumar, inciensar, ofrecer cada mañana cada una de nuestras palabras. El Cielo dictaminará si nuestra naturaleza inferior lo devoró todo, si escribimos para inflar nuestro nombre o para su Gloria, si buscábamos ayudar al hermano o elevar nuestra persona. Como apuntaba y dado nuestro limitado desarrollo evolutivo, habitualmente coexisten las dos pulsiones. Situados ante esas dos fuerzas que operan en nuestro fuero interno, ha de predominar el anhelo de servir al prójimo, de entregarnos a la humanidad, de ser útil a las Grandes Almas. Hoy en dÃa muchos pontificamos, desde muchas plataformas. Se nos presentan más posibilidades que nunca para llegarnos a la mente de los hermanos. Por eso la alerta se acrecienta. Por eso se acentúa la responsabilidad de cuanto presentamos ante el mundo. 18 de noviembre de 2024 www.velouriz.org www.koldoaldai.org |
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