Heroica puede ser también la humildad, la rúbrica a tiempo, el reconocimiento de que ya no se puede cargar con más muertes a las extenuadas espaldas de una nación. Puede ser apearse de un creciente y preocupante nacional-militarismo a la postre suicida. Zelenski defendió con arrojo la libertad, la democracia, la integridad del territorio nacional. Tuvo su minuto de gloria, pero nadie le llamaba a adentrarse ahora en Rusia, a tomar Kursk y ofender gratuitamente a sus vecinos, a atraer por lo tanto, con la venganza rusa, más sangre y dolor a los suyos. Cada dÃa más jóvenes ucranianos se esconden para evitar el frente o lo que es lo mismo el ataúd o la silla de ruedas, sólo para que su nación llegue con más peso a la mesa de negociación que se prevé en el 2025. En su reciente visita a los EEEUU, veÃamos a Zelenski estampar su firma en brillantes e impolutos misiles. Hiere esa foto a cualquier pacifista, a cualquier amante de la vida, se vista ésta del color o la nación que sea. Le observamos satisfecho, regocijado ante esas poderosas bombas que pueden apagar muchos alientos, causar un daño ingente al enemigo ruso, complicar aún más un panorama ya trágico. Tarde, pero Biden cumple. Desde su puerta de salida satisface las peticiones del aliado. Nadie debió obsequiar a Zelenski ese mortÃfero arsenal de largo alcance. Firma sobre el papel del acuerdo y la paz, no sobre el mortal acero, por más que implique inevitables renuncias. Ucrania no puede ganar la guerra, Rusia tampoco. Mientras se impone la evidente negociación, no mande el dirigente ucraniano a más a jóvenes al incomprensible matadero. Unos metros cuadrados de territorio, no valen tantas vidas humanas. Caen decenas cada dÃa. Soldados con ojos achinados acechan en la trinchera de enfrente. Pueden venir por decenas de miles con la mirada más o menos estirada. El reclutamiento de Rusia hacia el este y allende es inacabable y el soldado ucraniano está agotado. Quiere descansar, volver a casa, abrazar a su mujer, calentarse, sin mirar al reloj, junto a la estufa. Putin se lleve esos pasillos minados, esos infiernos calcinados que ya no son de nadie, que acampe en Donetsk y Lugansk, Crimea… El mundo es muy ancho. El viaje del héroe se frustra con el tropiezo en el gran hangar, con el garabato torcido, con la "patriótica" firma estampada sobre el hierro mortÃfero... Los ATACMS de vuelta a sus abrigos. La entente occidental no deberÃa enviar a Ucrania más peligrosos misiles que acercan aún más la posibilidad de una contienda nuclear. Bastará abrir a los futuros desplazados ucranianos las fronteras de nuestros paÃses. Asà podrán izar su nuevo porvenir lejos del odio, la destrucción y la muerte. |
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