Llamé varias veces a la puerta de su casa en Madrid. Siempre me acogió con los brazos abiertos; siempre me dio los más oportunos consejos; siempre le encontré a la vera de su Mac, la máquina en la que iba poco a poco acumulando más y más traducciones de la obra del Maestro Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-1986). Pasaba el dÃa en esa habitación en el anhelo de que “el agua viva del conocimiento†llegara al mayor número de personas. En el extrarradio de la gran ciudad, en el hogar que compartÃa con su esposa, se afanaba anónimamente por difundir al máximo en el mundo hispano parlante la excelsa sabidurÃa que habÃa regalado al mundo el Maestro en sus incontables conferencias. Nos han ayudado sus consejos, pero también nos ha ayudado mucho su sola presencia reconfortante. Cuando hemos de acotar o reprimir un orgullo siempre ansioso de hacer figurar a la personalidad, nos acordamos de Jaime y ello nos confiere una fuerza desbordada para decrecer, para intentar ser menos ante los demás. Jaime era la discreción y la humildad personificada aún con todo lo que guardaba para compartir con el mundo. En el primer Foro Espiritual de Estella del 2006, Jaime vino con el Coro de la Fraternidad. En el gran cine de los Golem le pedimos que subiera al estrado, que impartiera una conferencia breve, improvisada sobre el alto ideal de la “Unidad en la diversidadâ€. Jaime se resistÃa, pero finalmente accedió y deslumbró incluso a las autoridades civiles allà presentes. Consumado astrólogo sabÃa de los momentos cósmicos que vivimos, sabÃa aprovechar las oportunidades que nos brindan las estrellas, pero se limitaba a compartir cuando se le requerÃa. Las estrellas le han debido chivar también el momento más adecuado para el aleteo... Remonta ahora las más luminosas estrellas, hermano mayor, goza de de la gloria reservada a las almas que invierten su entera encarnación en servir al prójimo, envÃa tu “laser†poderoso desde los Cielos, pues tanto lo necesita esta humanidad aún atribulada. Goza por fin, querido Jaime, de la compañÃa de una Fraternidad Blanca ya consumada en las Alturas. Siempre gracias. Siempre, siempre en nuestros corazones. |
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