Ya no cuenta cuentos a los niños que se acuestan sobre colchonetas compartidas en viejos sacos de “siempre listos scouts”. Se le nublan los finales, seguramente tampoco recuerda dónde comienzan. Se le traban las palabras. Con dificultad salen enteras y sin enredarse y sin embargo sus cuentos, sus canciones, sus frases cargadas de siempre discreta sabiduría… no dejan de resonar en nuestros oídos. El hogar modela, imprime en nuestra aún aguada y blanda arcilla. Nos costó comprender que ella se hallaba en el origen, no sólo de nuestras vidas físicas, sino sobre todo de nuestros “cuentos”, de la “fantasía” que, con menor o mayor acierto, tratamos de desplegar en este mundo demasiadas veces duro. La comunión que con humildad hemos tratado aquí y allí de fomentar, la fraternidad humana que aún, al día de hoy, sigue colmando nuestros sueños, nace en esa moqueta, dentro de esos sacos ya ajados, con nuestros oídos pegados a esos relatos sin fin. |