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Diario de la cabaña asturiana

A veces es preciso hacer silencio, buscar la cabaña aislada en la altura, para poder volver con renovadas sonoridades. Vengo del intento…

Hay quienes han dado vida con gran acierto a movimientos como los “Amigos del desierto”, pero creo que también procederá algún día crear “Amigos de la cabaña”, con una finalidad pareja de retorno al Centro de cada quien. Nos gana la arena ardiente, la vista sin límite, pero también nos llama la llama que atrapa, el alero que protege, las maderas que nos acunan, el prado de enfrente que embelesa… Esta cabaña asturiana construida con tanto acierto y decorada con tan sumo cuidado, es difícilmente superable. No hay nostalgia de desierto en el calor de su invierno. 

Las posibilidades de servir a los demás son infinitas. A menudo es importante unir creatividad con vocación de entrega. No es sólo la madera desnuda, son sus motivos de coloridas lanas, sus cortinas alegres y mullidas; no es sólo la ventana, sino el verde espléndido que se abre tras ellas, no es sólo el jardín sino el bosque sin fin que arranca a su vera. No es sólo querer ayudar, sino hacerlo al mismo tiempo con inteligencia e ingenio creador. ¿Cuánto bien ha hecho al prójimo esta mujer, Nar, al construir este original “zome” y dejarlo abierto a quien tenga hambre de paz y silencio? ¿Cuánto recorrido vital no habrá tenido hasta desembocar en esta donación al mundo sin par?

Las letras brotan fáciles durante el encierro. Sólo escribir para mutuamente ayudarnos, para compartir lo que nos regala el Sendero. Sólo teclear para Su Gloria. Sólo, exclusivamente a la Luz de la Enseñanza esta vida ha encontrado sentido, superior razón, sino sería tronco a la deriva que ya hace tiempo se habría extraviado. Sólo puedo escribir para sugerir que otros y otras, cada quien a su forma, momento y medida, abracen libremente la Enseñanza, atiendan al Sendero, encaren Norte; para contribuir humildemente a que otros encuentren también sentido a sus vidas, para que, si es su destino, puedan gozar en otro rincón del mundo, medien o no paredes rústicas, del gozo del recogimiento. 

¿Qué capacidad tenemos de habitarnos, de Ser con nos, de sumirnos en un silencio revelado sonoro? ¿Qué capacidad tenemos de mantenernos felices y en contento sin necesidad de trampas, ni de ser en todo momento apretados junto a los demás? ¿Podré llevarme conmigo, a donde yo vaya esta belleza, sobre todo esta paz? ¿Será una dicha del momento o podré hacer de estos instantes un modo de estar permanente?

Tapada la ventana al mundo, sólo me puedo preguntar si lo que ahora escribo en tono íntimo podrá ser útil a alguien. En realidad, ésa es la única y exclusiva razón de que ahora teclee: sumar para intentar allanar el camino a los que vendrán, a quienes virtualmente un día también harán parón y se meterán bajo un techo de madera en una atmósfera de sinceramiento, genuina búsqueda y recapitulación. He ahí la eventual causa que puede sustentar estas confesiones. 


Primer día de retiro

“Bendigo este lugar para que todos los seres que pasen por aquí encuentren Paz interior y se vean libres del sufrimiento y sus causas. Encuentren así mismo, la felicidad y sus causas, se separen del apego y del odio y obtengan el gozo sublime.”

Quiero ser el que bendice a toda hora, en todo lugar, en cualquier circunstancia, ante toda adversidad. Quiero ser el que calla su herida, no el que la canta; el que asume en silencio sus contingencias, no el que las pregona. Quisiera ser el que vive en sus propias carnes más el sufrimiento del otro que el propio… Quisiera poder mantener estos propósitos más allá de estos verdes prados asturianos, más allá de esta cabaña que obliga a los pensamientos nobles, que aboca a las intenciones más puras.

¿Devendrán votos perpetuos? ¿Cuando arranque el motor y vuelva al mundo, meteré en la maleta de ruedas estas elevadas voluntades o se limitarán a esos momentos de circunstancial paz en los que me imaginé cual santón retirado? El retiro sabrá, cundirá en la medida en que la bendición no se despegue de tus labios. Gozarás el apartamiento en razón de tu capacidad de nutrirte en tu propio interior, de estar contigo mismo, de ser con tu Ser. Al retiro le sacarás partido en función de tu capacidad de permanecer en soledad, en siempre acompañada soledad. Permitirnos de vez en cuando ser sin wiffi, sin tele, sin siquiera Spotify… Permitirnos ser nosotros mismos y constatar cuánto de acierto y cuánto de error albergamos, cuánto de noche y de día, cuánto de mineral brillante, cuánto de turba mora en nuestro interior; cuánto de riqueza, cuánto de hastío de uno mismo.

El hastío llega quizás cuando nos lo hemos contado todo, cuando no resta sorpresa en el interior, cuando vamos de cabaña en cabaña y sólo mutan las vistas, la altura sobre el mar o la madera de los tablones. Los enamorados de las cabañas, nos habremos de enamorar primero de nosotros mismos, en el sentido saber sentarnos en silencio, de llegar a “Casa”, de alcanzar “Hogar” y empezar a sentir la sencilla y llana felicidad.

El mayor logro de este retiro asturiano sería aligerarme de todo rencor, librarme de ése, el más pesado de los lastres. Con él en las alforjas es imposible hollar el Camino. Yo tenía otra cabaña de retiro, mucho más modesta que esta, pero la había construido con mis propias manos…

Otra cabaña me aguarda, otro lugar maravilloso me espera, pero yo sé que había de vivir esa prueba interna. Las causas del rencor subyacen en mí y yo debía deshacerme de esas causas. La otra cabaña no aparecerá, la próxima estancia no se divisará hasta que no me deshaga de toda sombra de rencor. Gracias a Dios me encuentro ya en camino. No en vano la primera página del libro de visitas que abro me invita a liberarme del rencor.

Si cuantos estuvieron entre estas cuatro paredes de madera consiguieron de alguna manera liberarse de ese rencor y acercarse a la felicidad, por qué razón no lo voy a lograr yo. La Vida nunca nos escatimará cabañas de retiro si es que en verdad las merecemos. Si no deponemos el rencor, si no colmamos de parabienes a la persona que en su ignorancia nos ha hecho daño, no podremos pretender iniciarnos en el Sendero. La reacción positiva ante el acto de privación es lo que nos capacita para la andadura sagrada. No podemos apegarnos ni siquiera a la cabaña de los retiros que creíamos santos. No podemos pretender formar parte de lo que se está gestando sin ser probados y aquilatados. Las adversidades que uno afronta son las que atrae y necesita.

Un hombre ya maduro encuentra una cabaña, decide detenerse y repasar la entera vida. Aparta todas las cuitas diarias y se dispone a observar lo vivido, a reparar en las ocasiones en las que acertó e hizo bien, sobre todo las numerosas circunstancias en las que erró e incluso llegó a causar daño.


Segundo día de retiro

Agradezco las banderitas tibetanas en la habitación y el jardín. Esas sencillas enseñas de colores me ayudan a sentirme en Casa. Representan una constante invitación al perdón. Hacen más santo un lugar ya de por sí santo. He decidido de “motu proprio” venir a un lugar que emplaza constantemente a la compasión.

La belleza circundante procura una constante apertura a la rendición, a la oración. Reconozco que no me clavo en loto. Astillo, paseo, escribo y la paz es en mí en cada momento. No sé lo qué ocurre en esta cabaña que tanto ayuda a estar presente. En ella los más mínimos gestos tornan conciencia. No hay compartimentos estancos, no hay una separación entre la oración de la mañana y la actividad del día. No sé qué tiene esta cabaña que la lágrima brota sola; cargada de emoción y agradecimiento asoma en tantos momentos.

Toda la cabaña está hecha y decorada con muy especial gusto y belleza. Es al mismo tiempo luminosa, silenciosa y muy práctica. Por más que lo intentara, nunca podría alcanzar ese nivel de belleza que se expresa por doquier, en las paredes, en los objetos, en el jardín… Mi muy limitada posibilidad de contagiar algo de belleza descansa en la palabra. Teclear es mi recurso de sumar a la belleza del mundo. Mi limitado material, mi tosca herramienta es la palabra. Con ella habré de agotar mi apuesta, con ella por lo tanto me aplico un día sí y al otro también.

Ni el más mínimo silbido de un anodino whashap. A veces silban los pájaros y pienso que son mensajes que me están llegando a mi móvil. Tal es la dependencia del mundo exterior. Me ha hecho mucho bien la mujer que regenta la cabaña al cortarme toda comunicación con la civilización. Las rayas del wiffi de fuera están apagadas y no hay en conciencia quién las encienda. Sólo puedo prender el wiffi de adentro y en ello me encuentro.

Estoy decidido a respetar los acuerdos y no encender mi terminal, estoy determinado a aprovechar esta oportunidad privilegiada que la vida me he presentado. La dueña ni siquiera me ha pedido el teléfono haciendo gravitar la entera responsabilidad en mí. He de estar a la altura.

El hacha está desafilada y la madera muy dura. Este invierno pareciera dispuesto a acabar con nosotros. He visto los primeros brotes en las hayas allí arriba. Quizás este invierno también pase, al igual que otros. En realidad, todos los anteriores también pasaron.


Tercer día de retiro

He descansado como hacía tiempo no me lo permitía. Estoy durmiendo mucho estas noches. Vine tocado. Me permito restablecer mi cuerpo físico, como condición indispensable para intentar elevar emociones y pensamientos. Vine con la voluntad de escribir otro libro más de otros, otra biografía más por encargo y sin embargo me veo escribiendo mi propio libro, mi propia autobiografía. No es preciso buscar lejos la justificación, si a partir de ella puedo compartir una mínima enseñanza. En todo profundo sinceramiento podemos entrar en la beta del mineral preciado y reluciente, podemos hallar, en alguna medida, conocimiento.

Buscar con la escritura la importancia personal, bajo cualquier excusa, representa un fracaso absoluto. El inefable budista francés, Matthieu Ricard, ha completado recientemente una memorable autobiografía con la más que admisible justificación de dar a conocer el testimonio, no tanto suyo, como de sus Maestros. Sólo si pongo la enseñanza delante de cada uno de los párrafos se verá de alguna manera justificado este trabajo. Aquello que no reporte, bien belleza en su presentación, bien enseñanza en su contenido, carece de valor alguno. Sólo puedo escribir con esa premisa.

La autobiografía narcisista es un ejercicio acabado desde la primera línea. “Confieso que he vivido…” decía el inmortal poeta chileno. Quizás pudiera igualmente confesar quien suscribe haber vivido memoria y estar en ejercicio de asimilación, por lo tanto, en posibilidad de compartir. Sin la imposibilidad de mirar fuera, seguramente no me hubiera parado a observar tan intensamente dentro, adentrarme en mis sonoridades y compartir. No sólo observar e intentar interpretar el mundo de fuera, sino prioritariamente el más insondable, a la vez que cercano de adentro.

Estamos tan intensa y superficialmente comunicados, que sufrimos la carencia de genuina comunicación. En la comunicación habitual a menudo no emerge sino lo superfluo y banal. Hay silencios severos que no permiten escapatoria alguna. Me encuentro felizmente atrapado en uno de ellos. Abrirse a la profunda autoobservación, desnudarse, sin ninguna intención de tapar nada, de ocultar ningún episodio, ni circunstancia. Alcanzar a ver lo que uno realmente representa, a la vuelta de la mayor parte del recorrido vital, a la luz de las Enseñanzas no sólo leídas, sino realmente asimiladas, constituye la razón última de este ejercicio.

Cuarto día de retiro

Sobre la mesa de la cabaña hay un libro con los testimonios de las personas que anteriormente pasaron por ella. Tras el parón aquí vivido, debió emerger en muchas de ellas la determinación de hacerlo mejor, de rectificar, de ser más útiles al mundo. A la vista de tan desbordada belleza, sólo puede irrumpir con fuerza la voluntad de ser mejor persona. La Naturaleza era también una constante invitación al eterno reto de superación humana.

Escribo emocionado, pero ya ni eso deberé tapar. Me emociona saber que todo a partir de ahora no sólo puede ser mejor para quien suscribe, sin duda puede ser mejor para el conjunto de la humanidad. Bastarán silencios que nos permitan volver a nacer, recapitularnos, rehacernos. Bastará que nos desnudemos, que nos rindamos a lo Alto. Bastará que nos abramos a enriquecernos mutuamente, que nos pongamos a la escucha de lo que nos susurran las Almas liberadas, Aquellas que también construyeron cabañas sin apenas clavos, biografías sin tacha; Aquellas que también se encerraron por muchos más días, se sinceraron, agotaron su personalidad, quemaron su lastre y finalmente volaron, triunfaron. ¡Gracias de corazón Nar por cedernos tu cabaña maravillosa, por permitirnos ensayar vuelos!

Cuando los achaques del cuerpo se multiplican, la recapitulación de la encarnación apremia. Ya no sólo escribir biografías para los demás, sino intentar hacer la propia, entrevistarse e intentar descubrirse a uno mismo. ¿Qué evocar primero, cuando sucumbimos o cuando triunfamos? ¿Cuándo desplegamos alarde altruismo o cuando nos vimos y vivimos derrotados? ¿Qué recordar…? ¿Cuándo la acción no violenta llena de coraje o la hora terrible de la confrontación con cercanos? ¿Cuándo el corazón se llenó de altruismo o cuándo éste se vio contaminado de rencor y odio…? Recordar todo, pues todo somos, pues en todo ello nos hemos de reconocer.

Recapitular en voz alta sólo puede hallar el sentido de una enseñanza mínimamente asimilada. Ojalá alcance a transmitirla. La Naturaleza dicta, cada paseo es como si me regalara los siguientes párrafos, me reavivara la memoria. Ayer entré en un porche colmado de flores. Daba gusto sentirse allí rodeado de tanta vida vegetal, dejarse contagiar por los olores y la presencia de tantas plantas. Sumido en esa meditación, pude observar que a lo largo de mi vida he escrito muchos libros de ensayo, pero no he plantado apenas unas pocas flores. Voy a escribir un libro flor y perfume, no un ensayo más, libro-flor de pétalos abiertos, perfumantes, desnudos.

Es importante desencarnar una vez destilado el aprendizaje, una vez extraídas las enseñanzas que ha reportado la última vuelta, la última escuela por nombre existencia física. De lo contrario para nada servirá lo vivido, nada haremos con las experiencias atravesadas. Habremos en definitiva malogrado la oportunidad otorgada. El teclado siempre representa ayuda en este ejercicio imprescindible.


Quinto y último día de retiro

¿Podrá caminar el mundo sin este humano por unos breves días…? Mejor dicho, ¿podrá caminar este humano sin el mundo, sin saber absolutamente nada más allá del verde valle que se abre a sus pies? Me siento desorientado, lejos de la noticia. ¿Qué habrá sido de la Ucrania bajo las bombas, de la Turquía entre los escombros, del mundo en medio de su ya casi perenne incertidumbre…?

Pregunto al sol siquiera por los titulares, por las cabeceras de las noticias del día. Llegan las tres de la tarde y el silencio sepulcral no acerca ningún telediario, no hay por ningún “parte” por ninguna parte. En mundo en pleno movimiento, en sus horas más inquietantes, en su época más crítica, yo aquí quieto, parado, encerrado. Monje recluido en vez de soldado. ¿Cuánto tiempo después para recuperar los telediarios ya “perdidos”, ya felizmente ganados para el olvido? ¿Cuántas existencias para empezar a aprovechar las existencias que en su día desperdiciamos?

Se acaba el tiempo de oro en la cabaña de madera. Encenderás por última vez la potente estufa rusa y los interrogantes te seguirán asaltando al reunir las pequeñas teas de castaño. ¿Por qué no hacer de la vida entera ese tiempo de oro? Libros, meditación, paseo y teclado parecieran querer formar parte de una simbiosis perfecta. Sin embargo, representan también un olvido del mundo, un lujo que uno no sabe si puede abrazar. Entonces conviene escuchar el corazón, sentir el sístole y el diástole. Entonces se hace preciso viajar y acercarse al mar y atender a las olas y su eterna invitación al ritmo y la alternancia. Quizás un tiempo la túnica de monje, quizás otro la capa de soldado, por supuesto soldado florido, que encara retos y batallas nobles siempre sin violencia.

Privado de mi propia cabaña gallega uno va imaginando, colocando cabañas de madera por todas las geografías conocidas. Todos los caminos llevan a esa paz cada vez más vital. Uno necesariamente se preguntará qué hace dando vueltas por el mundo si sólo añora esa paz. Si sólo sueñas con cabañas habrá que pensar ya en los cimientos de una nueva, con grandes cristaleras, poderosa estufa, techo vegetal y troncos más definitivos. Habrá que olvidar la arrebatada, habrá que pensar que sirvió para enfocar la vocación, para ejercitarse en el ensamblaje de las maderas. Habrá que considerar ya seriamente que sirvió para que otros se encerraran y en ella internamente crecieran.

Antes la imaginación se llenaba de aviones que aterrizaban lejos, que te dejaban en el tercer mundo donde sacábamos la nariz roja de la maleta y las ganas de hacer sonreír a los pequeños. La edad va limitando las metas, acercando los objetivos. Los achaques van mermando las alas. Ahora la imaginación se llena de cabañas bien arraigadas en un suelo que no se mueve, humildes construcciones de madera en mitad de la naturaleza con una buena llama por todo lujo. Permanezca la nariz roja siquiera ante el espejo, la sonrisa siquiera en la intimidad, muda confesión de que no todo fue error, de que quizás se coló algún humilde logro.

Uno quisiera burlarse de la edad, creer que aún puede tirar con facilidad de las grandes maletas con ruedas. Aún tienta el avión, el show de los torpes payasos en la geografía remota, pero quizás ya no sea hora de “mostrar”, sino de encarnar; no tanto de parodiar sino de empezar a Ser. Disfruto contemplando los pájaros que se acercan a mi cabaña. Posados en la rama me obsequian con su canto y su belleza. Me hacen recordar mi parte, el compromiso siempre pendiente de invierno. Dejé a los pájaros junto a mi casa sin provisión alguna de grano en medio de los fríos… Definitivamente primero siempre nuestro compromiso.

He leído estos días de retiro a Irene Nemirovsky. ¿Cómo se puede escribir de forma magistral y después acabar consumida en las brutales llamas de un campo de concentración? Fuego de fuera y dentro, de este propio interior, tantas veces arrasador e inconsciente.¿Cómo se puede rozar la perfección en la escritura y después arder en un instante toda esa genialidad como una simple tea? No sé por qué me quejo de mis cuitas, si todavía tengo esta pantalla para seguir escribiendo, para seguir perdonando, para seguir creciendo… ¡Gracias Dios mío!



Asturias, Febrero de 2023

 
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