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LEJANA TRINCHERA

La sangre está seca, pero la pedagogía viva y podemos recogerla a manos llenas. ¿Cuánto abismo en tan poco tiempo? ¿Cuánto progreso humano no suficientemente valorado y agradecido? Los jóvenes de Europa de hace un siglo se citaban para matarse, ahora para construir juntos un mundo nuevo. Antes se lanzaban bombas y proyectiles, ahora comparten zumos ecológicos y té de mango sobre los prados universitarios felizmente privados de zanjas, limpios de barro.

No sé en qué quedará el nuevo libro "Mañana fraternidad. Una nueva interpretación de la historia". Cada quien se agazapa en el rincón de la memoria que desea. El caso es que no salgo de esas trincheras. Se supone que las habíamos abandonado hace ahora cien años, pero yo no sé que hago ahí con los pies en el barro, el cuerpo aterido de frío y de miedo, esperando el pitido para correr al asalto de las posiciones contrarias.

Se supone que tendríamos que estar explorando un futuro de luz. No sé por qué llevo varios días clavado en esos agujeros inmundos, intentando sacar las enseñanzas que nos revela nuestra historia más enconada y difícil. No me siento preso de esa historia, sólo necesito comprenderla, sólo necesito orinarme encima, temblar de miedo antes de la fatídica orden de salir a campo abierto.

Me acuesto y levanto del lecho seco, de las sábanas blancas con las mismas preguntas ¿Avanzamos zizageando intentando despistar la bala temida? ¿Emergimos nosotros también desde esas trincheras o esa carrera suicida se la dejamos a otros? ¿Nos santiguamos temblorosos antes de subir a las escaleras de la muerte casi segura? ¿Fuimos carne de cañón, engrosamos los números de cientos de miles de soldados que dejaron su vida y juventud en Verdún, Sommes, Ypres..., en los "campos del honor" cubiertos de espesa niebla?

Lo importante es que todos asumamos que por nada del mundo se puede volver a esas trincheras, a esos barros en los que permanece aún clavada buena parte de la humanidad, a esa historia atroz que nos inició en otro estado de conciencia colectiva, pero que deberemos dejar por siempre atrás.

Reivindico una compasión que no tiene edades, una fraternidad que se sale del tiempo, que abarca también al pasado y sus horas más terribles. Murieron por millones y millones para que nosotros despertáramos. Somos los franceses y los alemanes, somos los unos y otros contendientes, como diría el Maestro Thay; somos los que un día se despedazaron y ahora se abrazan ya sin mascarilla, ahora están a la cabeza de un mundo de más armonía, paz y solidaridad.

Artaza 1 de Julio de 2021

 
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