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PANCARTA CAÃDA

No tanto proclamar sino intentar ser, no tanto aparentar como encarnar. En realidad, se nos han de caer todas las pancartas. Todas nuestras fachadas e imágenes ficticias estaban destinadas a derrumbarse, a permitir que aflorara un alma más desnuda.

Otorgaremos en esta ocasión la razón a Díaz Ayuso, “se les ha caído otra pancartaâ€. Iñigo Errejón no dejaba de ser un referente de sólida formación y probada cabalidad en medio del deteriorado panorama político español. Cierto, se nos ha arriado una pancarta, pero también debería caer el verbo gratuitamente hiriente de la popular líder madrileña, de tantos otros políticos de nuestro espectro. Cierto, se nos ha caído un significativo icono, tan cierto como que esta catarsis en la órbita progresista no ha de resultar baldía. En realidad, nos estamos desnudando, analizando, recomponiendo; estamos comenzando a conocernos un poquito más. A la postre era lo sustantivo.

Los hechos absolutamente reprobables, que el propio ex-político de Sumar ha reconocido, no deberían hacernos olvidar su contribución en el pasado al progreso de nobles causas. El señalamiento mediático y político bien podría ir también acompañado de la valoración del reconocimiento inmediato por parte del victimario de los lamentables hechos cometidos. Errejón no se ha escudado, por más que un sonoro perdón convendría le pusiera de nuevo ante los micrófonos. La inmensa mayoría de los personajes públicos que faltan, violentan o roban lo niegan hasta que la justicia los acorrala.

"He llegado al límite de la contradicción entre el personaje y la persona…†Podemos dilapidar al joven dirigente o podemos también, tras la condena rotunda de su comportamiento con las mujeres, entrever una cierta voluntad de rehacerse a sí mismo. A la luz de su críptica comunicación parece pesarle ese reiterado “entrar a sacoâ€. La retirada de este hombre hoy vilipendiado, su necesidad manifestada de rehacerse en su ámbito privado, nos habla también del fracaso de la ideología, como entramado intelectual de artificio, como frágil cobertura llena de goteras. “El patriarcado†no era el problema. La ideología sigue echando balones fuera. El desafío era nuestra propia condición humana, la necesidad de afrontar y dominar nuestra persistente naturaleza inferior.

Del dicho al hecho habrá el trecho que queramos individual y colectivamente acortar. Quizás no se trate tanto de adherirnos a la etiqueta, cualquiera que sea la terminación en “istaâ€, de pasearnos ufanos por las grandes avenidas en las fechas del calendario combativo, sino de imprimir más congruencia y responsabilidad a nuestros días, ternura en la yema de los dedos al yacer con la compañera. Quizás no tanto proclamar a los cuatro vientos nuestra adhesión al color morado, sino tomar en nuestras manos los sábados por la mañana la escobilla del water y los domingos la escoba del salón.

El "monstruo" de rostro aniñado y gafas redondas que tan inquisitorialmente señalamos fuera, puede morar y revolcarse en nuestros profundos subterráneos. ¿Cuántas veces nuestra prisa engulló el imprescindible y dulce susurro? No debieran rasgarse tantas vestiduras. Errejón nos ha confirmado que una cosa era la pancarta y otra el día a día; que la ideología puede ir disociada de los valores que dice proclamar. Puede desenvolverse desnuda de principios, carente de máximas elementales. ¿Cuántos no nos habremos igualmente arrepentido alguna vez en nuestras vidas por habernos precipitado en exceso, por haber dado prioridad a la condición más animal que nos habita? ¿A cuántos no nos faltó en algún momento, a lo largo de nuestra existencia, una mirada más calma, un poco más de amabilidad en el revolcón?

La ideología podía ir por un lado y la vida real por otro, por lo menos hasta que estallaba el despropósito, hasta que el abuso la delataba. La ideología, siempre pasajera, muere hoy malherida por sus sempiternas contradicciones. Dejar los “ismos†atrás y abrazar valores eternos es lo que puede salvar al humano.

Tras superar el tiempo de las ideologías y las doctrinas prestadas de todo orden, el humano estaba destinado a reencontrarse, redescubrirse y comenzar a renacer. Estamos en ello, ojalá también este político que ose a entonar rotundo “mea culpaâ€. Es preciso levantar todos los pestillos en los que se fraguó nuestro atropello. Es preciso un rearme de valores universales que no caducan, comenzando por supuesto por el respeto exquisito y sagrado del otro.


Coruña 27 de Octubre de 2024

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