Aún no pueden copar asfaltos, llenar las más grandes avenidas. Son los derechos de los más mudos, de los que suspiran poner un pie en la tierra. Aún no tienen fuerza suficiente para que los vientos sepan de su anhelo, no han desplegado todavÃa brazos para blandir pancartas. Callan y vuelven a su limbo para algún dÃa intentar otra vez vestirse de carne. Escribimos por los que no tienen voz, ni rotuladores, ni Ministerios. Escribo por quien yo mismo cerré el paso al pujante “concebido†en un acto tan inconsciente como egoÃsta. Escribimos por quienes nunca escribirán porque están volviendo silentes, rendidos, frustrados a su oculta morada. Escribimos porque queremos ir en busca de más y más cunas, sin necesariamente pasar por la sacristÃa, ni por Génova. Deseamos subir el volumen de aquella muda canción de cuna. El “¡Váyanse a otro lado a abortar!â€, de la señora Ayuso no beneficia a nadie. No hay otro “lado†que el de una sociedad que ha de tender los brazos al desamparo. Con la mÃnima excusa se echan los trastos a la cabeza. Ya nos tienen aburridos en exceso con su rifi-rafe diario. Si es caso, en estos temas tan delicados, que llamen a la puerta con educación. En la intimidad no deberÃa irrumpir la ideologÃa ya de uno, ya de otro signo. ¿A sabiendas de que la última palabra es de ellas, de que su opción es sagrada, cómo ser apoyo? ¿Cómo ayudar ante el apremiante interrogante y su soledad, ante la vital y desgarradora disyuntiva de la mujer ante el aborto?, representarÃa la cuestión prioritaria. Seguramente no metiendo miedo, no generando culpabilidad. Pero decir que no pasa nada tampoco es ayuda. Pasa. No sabemos si hay sÃndrome, pero sà vacÃo, ausencia, nostalgia… Hay freno en seco a un ser que aspira a tomar cuerpo. Quizás se puede ayudar con el exquisito respeto a la decisión que la joven tome. Quizás también invitando a la corresponsabilidad para con la vida, sugiriendo tomar conciencia de que puede ser vehÃculo de ella; de que puede asumir esa excelsa misión, quizás subrayando el cometido superior de la maternidad. No hay bueno, ni malo, pero conviene ir con el respeto a esa vida en todo lugar, en todo reino y dimensión. No hay condena divina alguna. El Dios todo amor no pierde el tiempo en represalias. No se le "va la olla". Nos invita a cocrear nosotros también, a poblar el universo, a dar oportunidad a los seres que quieren saltar a este intenso escenario. No debiera ser primero llamarles y después rechazarles. Conviene moderar el reclamo. Aborto libre y gratuito sÃ, pero sabiendo lo que estamos frenando y a quién estamos privando igualmente de derechos. Educación en sexualidad sagrada más pronto que tarde para que todos los jóvenes sepan la enorme responsabilidad que comporta ese libre amor tan glosado y reivindicado. Civilización era el arte de conjugar derechos, también de quienes estaban llegando, de quienes aún no pueden hacerlos valer, ni proclamarlos en las plazas inaccesibles. Un humano, una sociedad comienzan a enfermar cuando sus pensamientos, sus intereses no van más allá de ellos mismos, se limitan a su limitado cÃrculo. Conozco esa enfermedad. La padecà y aún estoy convaleciente. También fui responsable de un aborto. Pesa el lastre de la insensatez de otrora, deuda que vamos lentamente abonando con estas y otras letras, que pone a caminar esta suerte de difÃciles artÃculos. |
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