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EL CUIDADO

A veces quisimos cuidar al mundo, pero la manta se había quedado a los pies de quien descansaba al lado. A veces quisimos abrazar la humanidad, pero nos faltaban brazos para una cintura más cercana. A veces quisimos brotar la sonrisa de las almas lejanas, pero la escatimábamos puertas adentro.

La revolución más auténtica arranca con el cuidado de los cercanos. No podrás cuidar el planeta si ortigas y zarzas taponan tu puerta. No hay bellas palabras que sustituyan la mano abierta y dispuesta. Acariciar lejos, empieza con un ternura íntima, sin ruido, ni redes sociales.

Las grandes lecciones de la vida llegan con el otoño, cuando metes leña, pero el hogar permanece frío; cuando recuerdas la manta que no subiste hasta su cuello, la caricia que se quedó a medio camino, el viaje que no necesitó tanto combustible, ni vuelo.

“Cuidado” era el verdadero e ignorado arcano, la lección sobre puntillas, la sugerencia de sus silencios, la palabra que no aparecía en los gruesos tratados de oculta, tantas veces ausente y confundida sabiduría.

De lo pequeño a lo grande, no te saltes el orden. Mide tu cadera y tus posibilidades. Labra, florea, cuida de a pocos. La vida es eterna y sus infinitos campos te aguardan.

No se te ocurra calcular. Nunca cuides para que te cuiden, cuida sólo por nostalgia del uno, por imperativo de tus dedos, por demanda impostergable de tu adentro.

Artaza 25 de Marzo de 2022

 
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