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El Secreto de la Piedra Parlante de Pakal

En medio de la selva ignota, bajo la Pirámide las Inscripciones, está la tumba de Pakal Votan: Dios u hombre o las dos cosas a la vez... El sumo sacerdote maya había profetizado que se hallaría su tumba a los 60 años del final del presente ciclo de tiempo maya, en el 2012.

La selva es a menudo nido de secretos. Su maleza exuberante acuna los enigmas de las más asombrosas civilizaciones pretéritas. Algo de ello intuía el arqueólogo Alberto Ruz Lhuillier cuando en el verano de 1949 se dirigía a caballo a las ruinas de Palenque comisionado por el gobierno mexicano como jefe de todas las excavaciones de la zona maya. Palenque está situado en las selvas del Estado de Chiapas, en la República mexicana y es uno de los centros ceremoniales más importantes de los mayas. Alcanzó su apogeo en tiempos hacia el 700 d. de C. Sus magníficos palacios y templos de piedra caliza son mudos testigos de una elevada civilización que los habitó hace trece siglos.

Palenque es también reposo del más grande de los mayas. En medio de la selva ignota, bajo la Pirámide las Inscripciones, entre el lujo de los cristales de estalactitas y estalagmitas, está la tumba de Pakal Votan: Dios u hombre o las dos cosas a la vez; Sumo Sacerdote o el más importante rey maya o ambas en el mismo ser; explorador de universos, medidor de los grandes ciclos cósmicos o legislador entre los quehaceres y quebrantos de sus subordinados; primer “astronauta”, benefactor alienígena, o simple humano de dimensiones desconocidas. Tal vez todo a un mismo tiempo.

En su tumba grabada, encerrada en una sola imagen, hallamos una profusa información. ¿Qué mentes sobrehumanas codificaron esas claves en una talla que descifrándola nos presenta profecías por llegar, ciclos de fertilidad y de catástrofes, alfas y omegas de nuestro mundo...? A través de la lápida parlante los mayas nos dieron a entender que nos encontramos en la quinta y última edad del sol, algo que la ciencia empieza a apuntar milenio y medio después.

Maurice Cotterell uno de los estudiosos que con más acierto se ha acercado a esa enigmática figura señala que presenta similitudes notables con otros seres que han traído el mismo conocimiento y contagio de amor a la humanidad a lo largo de los siglos como Jesús, Buda o Krisna. Al igual que estos Superdioses, hacedores de milagros, el hombre enterrado bajo la enorme losa de Palenque habría culminado hazañas increíbles: “Cifró los secretos de su vida en la arquitectura, las joyas, las tallas y las pinturas de los mayas. Presentó un panteón de dioses a los mayas a sabiendas de que, al igual que los actores de una obra de teatro, tales dioses podían usarse para mostrar el conocimiento secreto a la humanidad cuando llegara el momento oportuno y se descifrara el código. Ahora por fin ha llegado esa hora”.

En el desciframiento de esos códigos se empleó a conciencia Alberto Ruz Lhuillier y todo su equipo de jóvenes investigadores mejicanos. Junto a los estudiantes y técnicos que apoyaban la labor del famoso arqueólogo, un niño correteaba por ese escenario de ensueño que componen a partes iguales vegetación y piedra, ciencia y misterio. Allí donde no entraban los cuerpos gruesos de los adultos, penetraba sin miedo Alberto Ruz Buenfil adelantándoles la grata sorpresa de pequeños hallazgos. Tras agotadoras jornadas de estudio y excavación, el renombrado arqueólogo aún encontraba tiempo para contar a su hijo las asombrosas historias de una civilización cuya excelencia eran ellos los encargados de revelar al mundo.

Jardín de ensueño

No hacía una semana que habían descubierto la tumba del más grande sacerdote maya, cuando el niño, de no más de siete años de edad, entraba en el interior de la Pirámide las Leyes o también conocida como de las Inscripciones. Así se denominaba por la gran cantidad de inscripciones que se hallan en uno de los tableros de su templo en la parte superior. Aquel chaval inquieto se aventuraba sólo por el pasadizo que llevaba a la famosa cripta. Nadie le impedía jugar por aquellos templos y edificios plagados de extraños signos pues constituían su segundo hogar.

Casi medio siglo después del hallazgo, encendemos de nuevo el fuego de relatos de misterios y gesta humana. Ese niño ya adulto cuenta a “Más Allá”, como testigo de primera fila, la historia de aquellos días que cambiaron el significado y mensaje de una de las más elevadas culturas que jamás florecieron en la tierra.

¿Que le trasmitieron a Alberto esas piedras por las que correteó incansable en su infancia y adolescencia?

Los centros ceremoniales mayas fueron para mi el jardín privilegiado en el que me tocó crecer. Desde muy chico tuve gran fascinación por la selva, los animales, la naturaleza salvaje en general… Siempre que tenía ocasión acompañaba a mi padre en sus trabajos arqueológicos. El se pasaba la mitad del año en tareas de investigación en el corazón de la selva. Ya más grande, en cuanto disponía de más autonomía y vacaciones más largas, dejaba mi hogar en Mérida y me iba con él y su gente. Pasé tiempo sobre todo en Palenque.

¿Fue entonces Alberto un chaval privilegiado?

Tuve la oportunidad de vivir los sueños de aventura al los que la mayor parte de los niños no tienen acceso si no es por relatos, cuentos, películas… Me tocó meterme dentro de los acueductos, abrir tumbas, pegar huesos, reconstruir piezas de cerámica, subir piedras a los templos… Me tocó probarme desde muy chico en la autosuficiencia. Tuve que cazar en una selva donde abundaban serpientes, hiuanas, toda clase se pájaros... Un poco más metiditos en la selva se podían encontrar jaguares, monos, zaraguatos, lagartos junto a los ríos… Me tocó vivir esas aventuras con un padre que podríamos comparar con un Indiana Jonnes que calzaba botas hasta las rodillas, traje y casco de arqueólogo medio colonizador, pistola al ristre...
Viví codo a codo con los jóvenes estudiantes que trabajaban con mi padre. Pasé pues una infancia y adolescencia de una riqueza increíble.

Me comportaba desde bien jovencito como hombre entre puros hombres, lejos de la casa de la mama. Tuve que vencer el miedo a meterme en lo templos oscuros y en los lugares peligrosos, a lidiar con animales, a meterme en cuevas plagadas de murciélagos, a bañarme en ríos donde sabía que abundaban alimañas…

Tuve la oportunidad de crecer fuerte, sano, seguro y con la guía excepcional de un padre que, a pesar de su gran trabajo, siempre tenía tiempo para contarme historias, para explicarme los hallazgos e involucrarme en lo que estaba haciendo. Me mostraba el significado siempre misterioso de los glifos mayas, me enseñaba como reconstruir una pirámide numerando las piedras que habían caído. Pasé también tiempo recogiendo trozos de cerámica, instrumentos rituales y de la vida cotidiana y clasificándolos por épocas.

¿Era tu padre consciente de la trascendencia de aquellos descubrimientos?

No plenamente. En 1947 fue nombrado jefe de las exploraciones mayas y hasta dos años más tarde no comenzó sus expediciones a Palenque. Esta ciudad maya se hallaba entonces a tres días de tren y otros tantos de caballo desde la ciudad de Mérida. El conjunto arquitectónico estaba totalmente rodeado de vegetación. Tenía árboles más altos que los propios templos.
Su labor arrancó con el reconocimiento y clasificación de los montículos de tierra que escondían muchas edificaciones y que habían descubierto los exploradores que le precedieron.

En el mismo año 1949 comenzó a trabajar propiamente en la reconstrucción de la Pirámide de las Inscripciones. Precisamente al comenzar a limpiar el tablero que da nombre al templo, se dio cuenta de que la unión de ese mural con el piso no era perfecta. Había una rendija. Al limpiar ésta se dio cuenta de que el piso tampoco era firme, sino que en realidad se trataba de unas lápidas. Así comprobó que una de ellas tenía cuatro tapones para poder levantarla. Al quitar los tapones pudo mover esta primera lápida. Bajo esta piedra hallaron un montón de escombros y al remover éstos dieron con el primer escalón.

Así se pusieron a trabajar con la idea que ese pasadizo que empezaban a escarbar les conduciría a un templo contiguo, a algún lugar de ofrenda, a algún cuarto con murales... Hasta el momento no se concebía que, al igual que en Egipto, una tumba se pudiera situar en el interior de una pirámide. Tardaron casi cuatro años, del 49 al 52, trabajando intensamente en los cuatro meses de la temporada seca, en completar el vaciado del pasadizo que estaba completamente taponado de escombros, tierra, arcilla y cal.

¿Tumba o altar?

¿Cómo aconteció el descubrimiento de la tumba de Pakal Votan?

Este era una trabajo de hormigas. No había poleas, ni ningún otro sistema mecánico por lo que la tarea de desarrollaba enteramente de forma manual. Una cadena de hombres bajaban día tras día con latas y subían cada uno con 20 o 30 kilos de relleno a sus espaldas. En total salieron más de cuatrocientas toneladas de escombros. Cada año lograban limpiar alrededor de treinta escalones.

Más o menos a mitad de altura llegaron a un pasadizo que tenía salida hacia el exterior. Pensaron que se trataba de un recurso que utilizaban los sacerdotes para bajar por un lado y aparecer por el otro para efectos de ceremonia. Pero la escalinata que hasta ahí bajaba en una dirección, continuaba descendiendo hacia otra hasta llegar a la misma base de la pirámide. Allí se tropezaron con una especie de pared tapiada. Al tirar esta pared se encontraron que había un grupo de osamentas que correspondía a seis personajes jóvenes, cinco hombres y una mujer. Pertenecían a la nobleza, pues tenían los rasgos de deformación craneal que se realizaban a los hombres y mujeres mayas más distinguidos.

Una vez limpiado el habitáculo apareció otra puerta triangular de piedra. Esta entrada fue también removida con barras de hierro apareciendo una asombrosa cámara de unos cuatro metros de ancho, por unos ocho de largo y por unos seis metros de altura.

¿Qué recuerda Alberto de su primera incursión en la cripta?

Tan sólo era un niño de corta edad pero nunca olvidaré el instante en el que entré en aquella “cueva de cristal”. Puse mis pies en la cámara una semana después de su descubrimiento. Aquello era un lugar mágico, de un misterio y belleza inenarrable. El habitáculo se hallaba totalmente cubierto de estalactitas y estalagmitas, pues a lo largo de siglos se habían ido infiltrando las gotas, una tras otra. Al ser la construcción de material calcáreo se crearon esas formas tan curiosas como bellas.

En el corazón de esa cripta había una enorme piedra de veinte toneladas, sobre la cual reposaba una lápida de cinco toneladas totalmente esculpida. Sobre la lápida aparecieron dos cabezas de estuco que representaban a dos personajes, un hombre y una mujer, junto con una infinidad de cuentas de jade que estaban como regadas encima de la lápida. En cada una de las tres paredes que circundaban esta lápida se encontraban pintados tres guardianes que mi padre me identificó como los “bolontiku” o señores de la noche. Los nueve personajes estaban como custodiando la curiosa piedra.

¿Qué les vino primero a la cabeza a los arqueólogos cuando entraron en la cripta?

En Julio del 52, cuando se abrió la cámara secreta, mi padre pensó que habían llegado al más importante altar de la cultura maya conocido hasta entonces. Se acabó el dinero, se acabó la temporada y mi padre tuvo que regresar a Mérida. Sin embargo él permanecía intrigado por esa gran piedra que sostenía la lápida. Aquel bloque le parecía demasiado grande... Comenzó a pensar que podría contener algo dentro. Con una partida extra de dinero que había donado Nelson Rockefeller, retornó en el mes de Noviembre.

Se hallaban de nuevo al pie de lo que aún pensaban era un “altar”. Con una barra de hierro perforaron ese bloque. Después de unas horas de trabajo comprobaron que estaba hueco. Al sacar la barra vieron que venía totalmente cubierta de polvo rojo. Por primera vez mi padre pensó que aquello podría tener un fin funerario, ya que ese polvo rojo de cinabrio siempre estaba relacionado con rituales mortuorios.

Ante la imposibilidad de meter allí maquinaria sofisticada, tomó la decisión de levantar esa lápida con el único recurso de cuatro “gatos” de camión, afrontando el peligro de que en la operación se pudiera romper. Se aventuraron con la delicada tarea, pues era la única manera de poder averiguar lo que contenía.

Fueron subiendo la piedra muy poco a poco. Cuando la hubieron levantado cuarenta centímetros, él se deslizó dentro entre la lápida y lo que ya empezaba a intuir que era en realidad un sarcófago de piedra, encontrando una especie de tapa con tapones de piedra como los que había encontrado en la primera lápida superior. Introdujo una lámpara por un agujero y por otro lanzó su mirada asombrada. Fue cuando por primera vez vio los restos de un ser humano totalmente cubierto de joyas de jade en el interior de esa gran caja de piedra. Siguieron elevando la lápida y la apuntalaron con troncos, para proceder por fin a la apertura de la tumba con la retirada de su tapa.

Al “dueño” de aquella osamenta mi padre no le dio entonces el nombre de “Pakal Votan”. El nombre de “Pakal el Grande” se lo asignaron arqueólogos de generaciones posteriores. El “apellido” de “Votan” es ya una denominación más reciente que corresponde a José Argüelles guía, artista y visionario del movimiento de nueva era (ver “Más Allá” nº....).

Una lápida cargada de misterios

¿Dónde estriba la singularidad del descubrimiento?

Esta tumba revoluciona toda la arqueología americana. Por primera vez se descubre que, al igual que las tumbas egipcias, etruscas, chinas... las antiguas tumbas mejicanas se pueden encontrar en el interior de las pirámides. Esto llama obviamente la atención de los arqueólogos del mundo que empiezan a llegar a Palenque para admirar este descubrimiento espectacular. La singularidad radica también en el esplendor de la lápida con su bajorrelieve que nos narra una historia plagada de misterio y profecía. Es de destacar también su ubicación en el corazón de la selva de Chiapas, una de las más bellas de todo América.

Hasta ese momento no existían carreteras. Poco a poco se van abriendo y empieza a llegar gente. Palenque era hasta entonces un pequeña aldea de doscientas gentes que ve incrementar sensiblemente su número de habitantes hasta convertirse en un pequeña ciudad. Se desarrolla toda una industria turística en torno al descubrimiento. Actualmente se calcula que llegan al año millones de gentes.

¿Cuál es el significado de la tan discutida lápida?

La lápida tiene tres niveles: el inframundo, el mundo y el mundo superior. En medio de todo ello se halla Pakal Votan. Al rey maya se le puede ver en posición reclinada, con las piernas dobladas. Está sentado sobre el monstruo de la Tierra. El monstruo es el representante del inframundo, devorador de los seres humanos. A través de la cruz foliada, que simboliza la inmortalidad, Pakal Votan supera el inframundo.

En su corazón está brotando la semilla del nuevo maíz que le permitirá pasar a otra dimensión. La cruz foliada desde su pecho indica que él, como sumo sacerdote, alcanzó el grado de Kukulkan o Quetzalcoatl (Equivalente al Jesucristo cristiano, un Hijo del Padre en la culturas mesoamericanas). Representa por lo tanto, no sólo a un Dios, un ser iluminado que logró la trascendencia, sino también a quien ostenta el grado superior de la jerarquía espiritual maya. Se trata de un ser que unifica el Cielo y la Tierra, es decir alguien que reúne en sí el mundo superior y el inferior.

Los personajes de alrededor son los señores del inframundo que cuidan sus sueños. Los glifos que rodean la escena representan fechas y algunos datos de relevancia dentro de la vida de Pakal. Abundan también elementos astrológicos que probablemente hacen referencia al momento en que este hombre-Dios abandona la vida material.

¿Por qué esta lápida es denominada también la del “astronauta”?

Dos años después del descubrimiento llega a Palenque Eric Von Danniken. A partir de sus estudios este investigador escribe un libro en el que aventura la tesis de que todos los elementos que rodean a Pakal forman parte de los mecanismos de un nave espacial. Así se populariza la teoría del carácter extraterrestre de este personaje.

Se dio la circunstancia de que mi padre no quiso ni siquiera oír hablar de esa tesis y cuando se le acercó de visita Von Danniquen lo mandó a paseo. El vio en esta teoría un intento de banalizar y denigrar a la cultura maya, restándole el valor de crear lo que en realidad creó. En verdad se han sucedido cantidad de tesis diferentes interpretando el mensaje de la lápida. Quizá todas tengan algo de verdad y se complementen unas a otras. Yo personalmente me intereso por todas ellas. Estamos ahora apenas comenzando a conocer los grandes misterios de esta cultura. Pensar estar en la absoluta verdad de la interpretación del mensaje de esa lápida es un tanto arrogante. Algo semejante ocurre con los calendarios. De los veinte de que disponían los mayas apenas comenzamos a descifrar algunos de ellos.

¿Era tu padre, ya desde su época, consciente de la grandeza de la cultura maya?

Sí, lo era. Mi padre dedicó treinta y cinco años de su vida al estudio de la cultura maya. Francés de nacimiento, después de una vida tempestuosa, tras haber sido revolucionario, guerrillero, escritor, viajero y aventurero, llegó a México como exiliado político en el 1934, donde se nacionalizó.

En aquellos años se abrió en este país la escuela de arqueología. El se graduó en la primera generación. Hasta entonces los arqueólogos eran extranjeros. Mi padre empieza a proyectar en su trabajo una mirada desde “dentro” de la propia cultura y ya no extraña, pero a la vez el cuenta con una visión cosmopolita, dado su origen europeo.

¿Agente extraterrestre comisionado?

¿Son los mayas con Pakal a la cabeza, tal como afirma José Argüelles, el pueblo y dirigente destinados a darnos a conocer la verdad del tiempo cósmico?

Para Argüelles Pakal Votan era un agente galáctico venido de otro rincón del Universo que habría encarnado en la tierra con el alto cometido de introducirnos a los humanos en la ciencia, hasta entonces oculta, de los verdaderos ciclos cósmicos.

El valor fundamental de la obra de Argüelles radica en habernos traído a conciencia que, tal como señalaron los mayas, el tiempo se pierde en el infinito hacia atrás y hacia adelante. La noción que manejamos actualmente sería una convención establecida por el Vaticano en el siglo XIV-XV, con un propósito muy preciso de expandir los mercados espirituales y económicos de Europa y la cristiandad.

A partir del calendario gregoriano quisieron imponer una medida del tiempo particular para sustentar su modelo de civilización. Argüelles es una constante apelación a salirnos de la noción de la prisión del tiempo gregoriano.

¿Qué representa para Alberto Ruz Buenfil la figura de su padre?

Para mi representa un gran maestro, no sólo desde el punto de vista científico, sino que también por sus cualidades como ser humano. Era un ser de gran sensibilidad, con una visión cultural muy amplia e interesado por todas las artes.

Dedicó toda la primera época de su vida a la emancipación social. Luchó en Cuba y México por la transformación de las condiciones de los más desposeídos. Inspiró en mi un gran amor por las culturas antiguas, un respeto por los centros ceremoniales, por la arquitectura, la cosmogonía y las ciencias mayas.

Bien es verdad que hubo con respecto a mi una limitación. Albergó un gran rechazó hacia las religiones. Mi padre era de formación materialista. Su preparación académica era muy racional y nunca aceptó ninguna interpretación de corte espiritual.

Mis viajes a lo largo y ancho de este mundo me fueron abriendo a la dimensión espiritual de la vida. Tras trece años de aventura por los diferentes continentes regresé a los centros ceremoniales en los que crecí con una nueva visión dentro de mi. Tuve entonces ocasión de conocer a guardianes de tradición que me revelaron otros aspectos de esta cultura antigua. Empecé a comprender la importancia de la ceremonia y del ritual. Estos hombres de sabiduría me revelaron que la cultura maya no se preserva sólo en sus templos y códices, si no que es un patrimonio aún vivo. Poco a poco me convertí en actor de primera línea en el empeño de recuperación de los centros rituales para fines ceremoniales. Al día de hoy estos centros, propiedad del Estado, están prohibidos para la realización de eventos sagrados y se explotan únicamente para fines turísticos o arqueológicos.

Con nuestra labor pretendemos devolver ese patrimonio universal a todas las culturas de la Tierra. Estamos realizando ceremonias de carácter abierto y ecuménico para volver a reactivar esos centros de poder, para volverles a dar nueva vida de forma que sirvan para lo que fueron creados originalmente.

Calla el magnetófono. Abandonamos la selva, dejamos reposar a las piedras, apaciguarse sus interrogantes. Despedimos a los superhombres, ante el reclamo de tareas más cotidianas. Alberto tiene que impartir una conferencia en la que dará cuenta en Madrid del periplo glorioso de su Caravana Arcoiris por la Paz a través de las sendas de la ruta del maíz en América Latina. Esa es otra aventura, quizá mermada de misterio, con enigmas más corrientes, pero cuyo progreso no merece menos laureles. Este relato aligerado de suspense, pero inflado de color y esperanza, lo encontraréis en una próxima entrega.

¿Hombre o Dios?

Se calcula que Pakal Votan vivió entre el 631 y el 683 después de Cristo. Procedieron a darle la actual sepultura en el año 692. Estuvo enterrado un total de 1260 años, cifra clave de la numerología maya. El sumo sacerdote maya había ya profetizado que se hallaría su tumba a los 60 años del final del presente ciclo de tiempo maya (2012). En efecto así sucedió, Alberto Ruz Lhuillier dio con el sarcófago en el año 1952. De esta profecía se tuvo conocimiento tras el hallazgo de la tumba.

Se ha ponderado mucho sobre el significado de este hecho. Según José Argüelles el descubrimiento marca la apertura de un revelador código galáctico que nos instruye en los ritmos, ciclos e influencias cósmicas. Para este escritor y actualizador del conocimiento maya, Pakal Votan es un “testigo privilegiado” del tiempo, un “espía de Dios que guarda vigilia llevando la sagrada cuenta de los días” y muestra la “mentira de Babilonia” o mundo tridimensional.

En su libro “Telektonon” Argüelles pone en boca de este gran personaje el enigma de su propia profecía: “Yo soy Pakal Votan,... La piedra parlante de la profecía unificadora es mi legado, dirigido a ese mensajero especial que comprende el significado de mis números... Una vez que hubieran transcurrido cuarenta años desde el momento del descubrimiento de mi cripta Uraniana, entonces vendría la recuperación, el recuerdo por parte de mi agente especial de los números repasados y repetidos para anunciar el día de la verdad”.

Pakal es también conocido por exageradas medidas físicas. Mientras sus coetáneos no medían más de 1’50 m., él alcanzó 1’75 m. Maurice Cotterell está persuadido de que las historias de los jeroglíficos descifrados proclaman que era un Superdios. Según este mayólogo poseía una capacidad intelectual sobrehumana: “Era el cerebro que había detrás del legado de los mayas. Bajo la forma de Quetzalcóalt enseñó a su pueblo las matemáticas de la astronomía que abarcaba millones de años del pasado y el futuro. Explicó el ‘carácter perfecto’ de la creación y con ello el propósito de la vida”. El científico inglés señala que Pakal aprovechó las habilidades de los indios para dejar en las junglas mensajes que hablan de la purificación del alma y de la realidad de la vida eterna.

Cotterell da una dimensión profética al legado del sumo sacerdote cuando apunta que enseñó mitología a los mayas y creó un panteón de dioses cuya finalidad cobraría vida en el presente al revelarnos el mapa de nuestros días, el fin del presente ciclo (año 2012), la importancia e influencia que tiene el Sol en nuestras vidas... “Al descifrar la losa de Palenque, relata el investigador en su libro ‘La revelación de los Dioses mayas’, comprendimos que los mayas sabían de la existencia de cinco edades de creación dentro de cada ciclo cósmico y que la destrucción de las épocas se debe a catástrofes geológicas al incli

 
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