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Piadosa Bocanada

Rendida la palabra, sólo habla el humo en mitad del círculo ceremonial, humo mensajero que asciende ondulante hasta las esferas del Innombrable. Fuego y piadoso soplo hacen del tabaco ofrenda. La pipa ceremonial es pipa de paz y de hermandad.

Representa el humo profunda comunión entre los participantes, pero también condensadas ganas de agradecer desde el fondo de los pulmones, voluntad de expresar aquello para lo que aún no ha nacido lenguaje.

Dice la tradición indígena del Norte de América que sólo cuando el humo es soplado con devoción alcanza los pies de la Divinidad. La ceremonia convierte cada exhalación en muda y plástica oración. Son muchas las formas de dialogar con el Supremo, con Wakantanka …, pero el hálito de humo tiene la ventaja de que sale de bien adentro y asciende bien lejos.

Una vez mascado se deja escapar suavemente de la boca y emprende su viaje hacia el infinito. No hay más ritual que aquel que predispone a imprimir una elevada intención al acto. Cada cultura propone sus particulares formas y pautas. Son las tribus indígenas de Norteamérica y los indios mapuche de Chile, los que más han popularizado “la pipa”, pero se trata de un ritual extendido hoy por muy diferentes culturas indígenas. En las tradiciones de Sudamérica está más popularizado el uso de cigarros, plantas atadas o “tubos” para fumar.

En realidad el humo es sagrado desde el preciso momento en que rompe las ataduras del hábito. Podemos fumarnos una cajetilla al día, pero centenares de bocanadas pueden partir distraídas, sin intencionalidad alguna hacia el cielo. El vicio del tabaco despoja de sacralidad al acto de fumar, al igual que cualquier acto privado de intencionalidad va mermando el relieve de nuestros días. El tabaco, utilizado en un marco apropiado, puede ser paradójicamente un medio de iniciarse en una vida más cargada de sentido.

Para unir el soplo a un intento puro, es preciso elevar la mente y los pensamientos y ello es más fácil desde un círculo ceremonial. En ese espacio solemne el humo cargará con las mejores intenciones a sus espaldas y encontrará la fuerza para después remontar las alturas. Los iniciados en el ritual apuntan que por esa razón es preciso preparar previamente al “tabaquito”. Entienden que, si éste va a emprender tan largo viaje, conviene cantarle, rezarle, hacerle saber de su próximo ascenso. Para los chamanes y celebrantes de la pipa, las hojas secas de tabaco cobran una especial vida que después es ofrendada en sacrificio. De ahí ese respeto, unido a la familiaridad en el trato, al dirigirse a la planta.

La pipa está viva

Nos encontramos en Costa Rica, el país de los más de cien volcanes y de los mil quinientos tipos de mariposas, la nación que se quitó de encima ejércitos, pues ya estaba ejercitada en el arte de vivir en paz. La exuberante y cuidada geografía, su ambiente humanamente cálido, su particular respeto del pasado…, predisponen a un despertar de las tradiciones sagradas. Desembarcamos en San José a comienzos de Noviembre y cada casita humilde pero digna a la vera de los caminos ya tiene plantado su árbol colmado de luces. Costa Rica nos sorprende también como el país de las más largas Navidades.

Saulo Schalberth, un curtido chamán de la ciudad de Heredia, nos ha invitado a una ceremonia de pipa. Tras una hora de carretera desde San José, casi buceando entre una espesa niebla, llegamos a la villa de Puriscal. Desde allí comenzará un trayecto más abrupto por pistas que han horadado y herido la selva tropical. Al cabo de media hora de sobresaltado viaje, llegamos a una rústica finca donde todo está predispuesto para la ceremonia. Apenas dejamos nuestros bártulos, una mujer, que oficia como sacerdotisa, “limpia nuestro aura” con humo de “copal”, resina de un árbol que lleva ese nombre. Tras este sorpresivo ritual preliminar, tomamos asiento en el piso de madera, en torno a un altar instalado en el mirador abierto de la casa.

Estamos en la época en que las lluvias torrenciales van cediendo y espaciándose. Se siente, pero apenas se ve ya la vegetación desbordante y generosa que nos rodea. Cae una noche tan húmeda como cálida.

Absolutamente desconectados de la civilización, el silencio tropical nos saca del tiempo, nos sume en instantes placenteros. Estamos intercalados hombres y mujeres en torno a un sencillo centro donde están dispuestos los cuatro elementos: tierra, aire, agua y fuego. Saul nos instruye con algunas pautas para el ceremonial. Comienza explicando que la pipa es considerada como un objeto sagrado, pues permite la comunión con los poderes que animan el universo. Cada oficiante o chamán tendría su propia pipa, cada una de ellas con su historia diferente: “Encierran un gran simbolismo, nos comparte un Saul, quizá sobreexcitado por la presencia de amigos de otro país en una de sus ceremonias. La pipa representa la unión de lo masculino y lo femenino. Lo masculino estaría simbolizado por el tallo o palo y lo femenino por la cubeta o cazoleta. Ambos se unen y dan vida al fuego del amor que a su vez fecunda un humo presentado en ofrenda al creador. Aún cuando permanece apagada, la pipa está viva, se trata de la vida que le han insuflado cada uno de las ceremonias para las que ha servido”.

Tras un “Ometehot” o saludo de bienvenida, la pipa es sahumada y llenada con el tabaco previamente también consagrado. Según las pautas del oficiante, las hojas de esta planta pueden ser mezcladas con otras hierbas sagradas como la “Tía Juana”, apelativo cariñoso con el que en Costa Rica denominan a la marihuana. El aventurero y fotógrafo del siglo pasado Edward S. Curtis, en su libro “El indio americano”, menciona también otro ingrediente que se mezclaba con el tabaco ritual.

Concretamente se refiere al “kinnikinnik” o corteza interior secada del aliso rojo. Unos pequeños tizones del fuego que arde en el altar son depositados en la “cazoleta” de la pipa. Esta es bien corta, de una sencilla de embocadura, sin más adornos que los tallados en su madera. Un “tabaquito” bienapretado ya transmutado en humo, comienza a escalar el aire. Las bocanadas son lanzadas a los “cuatro vientos”, cual saludo a las deidades que los habitan. La pipa va pasando de mano en mano en medio de una agradable y familiar solemnidad. Su recorrido lo hace en dirección de lasagujas del reloj. Entre los sonidos de los mil y un pájaros que nunca duermen, la selva oscura va tragando cada una de nuestras exhalaciones, promete que no les cerrará el paso, que les dará vía libre hacia los cielos.

Termina la primera ronda y Saul se explaya con nuevas explicaciones. Subraya la necesidad de recoger, secar y trocear las hojas de tabaco de una forma también ritual. “El proceso es bien largo, nos comparte el chamán ‘tico’. La ceremonia arranca en el instante en que hundimos la semilla en la tierra. Serían, en realidad, diferentes ceremonias que unimos una tras otra: sembrado, cuidado de la planta, recolecta…, y que al final desembocan en ese ferviente humo que, cual sentida oración, exhala nuestra boca”. Revela que la calidad de la ceremonia no la imprimen las formas, sino la fuerza de la intención. “Las formas no pueden errar, confiesa nuestro oficiante al cabo de las tres rondas que han conformado todo el ritual. Estas no encierran mayor importancia, mientras que la intención sea pura”.

La pipa queda ya detenida en el altar. Concluye la ceremonia, calla el humo. Unos cantos indígenas se elevan después por entre el mismo y espeso aire con sabor a plátano y café por el que que hasta entonces ascendían nuestras bocanadas. Tras intensa jornada, cualquier rincón es bueno para descansar unas horas, mejor cuanto más afuera, cuanto más cerca del eco de esos cantos, de ese humo que ya se va llegando a los pies del Sin Nombre. A la mañana siguiente montamos sobre la misma Toyota, sabedora de los caminos que serpentean la selva, hasta desembocar de nuevo en el asfalto.

Humos de Occidente

Evidentemente los ceremoniales de la pipa varían en función de quién las realice y qué tradición se siga. Los sioux por ejemplo no lanzan el humo a las cuatro direcciones, sino que hacen un gesto de presentación de la pipa a esos “cuatro vientos”. Hay quienes incluyen también un saludo a la Madre Tierra, al fuego que arde, ya en forma de pequeña hoguera, ya de pebetero en mitad del círculo ceremonial. Este fuego sería el “agni” védico que calienta e ilumina ante el oficiante. A propósito de este fuego, el estudioso de las culturas indígenas, Hartley Burt Alexander, señala en su libro “El arte y la filosofía de los indios de América del Norte”: “El fuego de su consejo o de su gran ‘tienda de medicina’ es, como a veces lo indican sus canciones, lo más antiguo de todo; viene a ser lo que los filósofos griegos de la escuela de Pitágoras llamaban la ‘Hestia’ que arde en el centro del mundo. Mezclando su aliento con el fuego del tabaco sagrado, toma parte en este fuego central y es este mismo fuego el que se eleva con su humo hacia el cénit del Universo o desciende hacia el nadir tocando la tierra, o se une a los cuatro vientos que recorren los lados de nuestro habitáculo human llenos de la vida susurrante de los altos cielos.”

Como es sabido, hace tiempo que la ceremonia de la pipa salió de las reservas y enclaves indígenas. Una vez que salta a Occidente, se populariza en ambientes acuarianos, chamánicos y proindígenas y adopta unas formas sincréticas. No es pues extraño ver elevarse el humo sagrado antes de entrar en un “Inipi” ó cabaña de sudación, antes de realizar un “Hamblechaiapi” ó búsqueda de la visión, después de unas danzas sagradas…

Evidentemente el purismo de las formas queda mermado, pero ello no indica que el ceremonial, si se realiza con la debida intencionalidad, no adquiera su correspondiente poder de convocar a las fuerzas espirituales.

Hálito creador

Hehaka Sapa (Alce Negro) fue un hombre de sabiduría, perteneciente a los Lakota (Sioux), más concretamnete de la tribu de los Oglala. Nació en 1863. Peleó en la batalla de "Pequeño Gran Cuerno" (Little Big Horn) y en la del "Arroyo de la Rodilla Herida" (Wounded Knee Creek). Fue primo de Caballo Loco y conocía a Búfalo Sentado ("Toro Sentado") y a Nube Roja. Aunque él no hablaba inglés, había observado mucho el mundo de los hombres blancos cuando viajó con el "Show del Salvaje Oeste" de Búfalo Bill por Italia, Francia e Inglaterra, donde bailó para la Reina Victoria. Fue un hombre de gran poder espiritual e inspiración para su pueblo. Vivió en la reserva de Pine Ridge (Dakota del Sur) y y escribió dos libros, el primero “Alce negro habla”, publicado en 1932 y el segundo “La pipa sagrada”en 1953. Murió en Agosto de 1950.

En este segundo volumen traducido a diferentes idiomas, el anciano indio se explaya sobre muy diversos aspectos del ceremonial. En él podemos encontrar una hermosa comparación entre la exhalación de humo y el hálito divino. Para el venerable sioux ambos representarían la "respiración" cósmica. El "hálito" sería, en cierto sentido, el vehículo del "alma" o del "espíritu", de ahí la conexión etimológica de estas palabras en muchas lenguas; pero sería también el vehículo activo de la vida, pues él es quien alimenta y purifica la sangre, soporte pasivo e inferior del elemento vital. El "hálito" sería, pues el "alma de la vida" y estaría hecho a imagen del Verbo divino, cuyo Hálito creador ha hecho al hombre.

La palabra “calumet”, utilizada en el libro, se refiere a la pipa sagrada. Los indios de América del Norte se cuidan de diferenciarla de la pipa normal utilizada por mero placer. Esta está, por lo común, más cargada de adornos. El “calumet” quiere decir "caña" en francés y consiste en un caño hecho con una rama larga, emplumada, con hornillo o cazoleta de piedra en el extremo opuesto a la boquilla. Su forma y decoración son simbólicas y varían de tribu en tribu. Estas pipas sagradas fueron usadas principalmente por los dakotas y los pueblos algonquinos de las grandes llanuras y en el Sudeste de Norteamérica. Se conservaban en sacos de piel de nutria, de marta o e armiño, decorados o bordados con púas de puerco espín.

Según señala William Camus en su libro “Mis abuelos los indios pieles rojas” (Edit. Labor 1982) antes de cualquier ceremonia o discusión importante en el consejo de sabios, o para demostrar a un visitante que se le recibe sin ánimo belicoso, el “jefe de paz” enciende el calumet, lo presenta a los cuatro puntos cardinales, lo fuma y lo hace fumar a todos. Así atrae sobre el grupo la atención del Gran Espíritu que les presidirá e iluminará con sus buenos consejos. Hehaka Sapa subraya que el más elevado uso que se le podía dar al “calumet” era para sellar tratados de paz, (de ahí el nombre de "pipa de la paz" que popularmente cobra). El líder indio también apunta que negarse a fumar la pipa sagrada cuando se es invitado a hacerlo es considerado, cuanto menos, como una falta de respeto.

Más de lo que ningún hombre puede comprender…

Tanto la pipa como las plumas que le cuelgan y adornan son sagradas y así nos lo revela Hehaka Sapa en su primer libro “Alce Negro habla” (Black Elk Speaks): “Lleno la pipa sagrada con la corteza del sauce rojo; pero antes de que la fumemos, debéis ver cómo está hecha y qué significa. Estas cuatro cintas que cuelgan del cañón son las cuatro Regiones del Universo: la negra representa el Oeste, en el que viven las criaturas del Trueno para enojarnos la lluvia; la blanca representa el Norte, de donde viene el gran Viento Blanco que purifica; la roja representa el Este, de donde brota la luz y donde mora el Lucero del alba a fin de dar la ciencia a los hombres; la amarilla representa el Sur, de donde viene el verano y el poder de crecer. Pero estos cuatro espíritus no son en suma más que Un Espíritu, y esta pluma de águila simboliza el Uno, que es como un padre; pero representa, también, los pensamientos de los hombres, que deben elevarse hacia las alturas como hacen laságuilas. ¿No es el Cielo un padre, y la Tierra una madre, y todos los seres vivientes sus hijos, ya tengan pies, alas o raíces?

Por último este cuero sobre la boquilla, que ha de ser de piel de bisonte, indica la Tierra, de la cual venimos y de cuyo seno nos nutrimos toda vida, semejantes a recién nacidos, con todos los animales, pájaros, árboles y hierbas. Y porque significa todo esto y más de lo que ningún hombrepuede comprender, la Pipa es sagrada.”

El lugar de la “Piedra Roja de las Pipas”

El “calumet” es un objeto precioso realizado por los indios con materiales nobles. La boquilla y tallo unidos se fabricaban de madera, cuerno o hueso, esculpidos, trabajados y adornados con esmero. La perforación del conducto interior exigía mucho cuidado y habilidad, pues sólo se podía lograr a fuerza de desgaste con la ayuda de una aguja de hueso o piedra y de arena muy fina. La cazoleta debía proceder de una cantera de piedra roja situada en un lugar sagrado llamado “Chan-Dee-Pah-Sha-Ka-Free”, que viene a decir el rincón de la “Piedra Roja de las Pipas”.

La cantera se encuentra en el sitio donde el río Saint Peter se separa del Missouri. Todas las tribus acudían a aprovisionarse allí y , aunque fueran enemigas, respetaban las reglas de la tregua. No en vano ese es el lugar, según cuenta la leyenda, donde el Gran Espíritu se sentó para descansar hace muchísimo tiempo. Como tenía hambre, se comió un bisonte y por eso la roca se enrojeció con la sangre del animal.

Una vez hubo comido, el Gran Espíritu hizo con sus manos el primer “calumet”, lo elevó a los cuatro puntos cardinales e hizo saber que esa piedra representaba la misma carne de los pieles rojas. Invitó a hacer pipas de esa misma piedra y fumar, como había fumado él, a fin de que el humo se extendiera por toda la tierra en un mensaje de paz.

 
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