Periodismo de conciencia | Crónicas de eventos de conciencia (península) | Varios | Viajes espirituales y solidarios

Urgente relevo

Un muy discreto debate sobre la salud del Papa y la necesidad de su renuncia se ha suscitado en los medios de comunicación en los últimos días. Muy pocos se atreven a hablar abiertamente, sobre todo en el seno de la Iglesia, de la urgencia de relevo en la máxima autoridad católica. Un tema tan tabú sólo evidencia miedos y fragilidades.

Nadie debería de considerarse imprescindible. Las instituciones que penden de una sola figura son aquellas que han abrigado recelo de compartir responsabilidades, que no han sabido reciclarse de acuerdo a los tiempos actuales de mayor participación. La institución romana y su supremo mandatario son fiel exponente de esa perecedera forma de entender el gobierno ya civil, ya religioso. El creciente protagonismo del individuo en el seno de los movimientos sociales y espirituales no se aviene con unas estructuras piramidales más propias del pasado.
La voz extenuada, el cuerpo abatido, las manos temblorosas del sumo pontífice dicen algo de una Iglesia temerosa y titubeante ante el futuro, de una institución también envejecida, anacrónicamente ordenada en esa pirámide cuyo vértice hay sostener por todos los medios. Un Papa de aspecto tan frágil acompaña la imagen de una Iglesia también débil, que manifiesta incapacidad de emprender un relevo a tiempo.
Los expertos en geriatría lo acaban de confirmar: un enfermo de "Parkinson" va perdiendo sus facultades mentales y puede no reparar en la necesidad de adoptar una decisión en un momento dado. Juan Pablo II, aquejado de esa enfermedad degenerativa, puede perfectamente haber perdido la noción de algo más que evidente: su estado físico y mental no le facultan para seguir dirigiendo la Iglesia. Es difícil que se escape esta obviedad a cualquiera que ve por las pantallas al Papa Wotyla en alguna de su comparecencias públicas. Con todo lo preocupante no es que él mismo no repare en la urgencia de su propio relevo, lo más inquietante es que no se alcen voces en el seno de la Iglesia que manifiesten algo tan palmario.
El sumo respeto debido a una persona de enorme carisma que concita el fervor de cientos de millones de católicos, que se ha entregado en cuerpo y alma a la más grande institución religiosa del planeta, no está reñido con la constructiva crítica a su empecinada actitud de no abandonar el liderazgo. Faltan voces valientes que simplemente proclamen que no se puede dirigir la Iglesia con tan temblorosa mano, con voz imperceptible, con facultades mentales ya mermadas por la edad avanzada. No hay falta, ni infidelidad en ello. Un institución tan blindada a lo evidente es una institución que requiere enormes transformaciones. Con todo ello, lo más urgente no es el relevo de personas, sino de horizontes.
No se puede decir que el sumo pontífice no haya operado cambios, pero no al ritmo que la cristiandad demanda. El Papa ha realizado una reflexión autocrítica de la historia de la Iglesia, su voz no se ha acartonado en demanda de una mayor justicia social, ha sido bastión de paz y apóstol del amor fraterno y la no-violencia en medio de un mundo convulso, ha hecho importantes gestos para la reunificación de la cristiandad, ha promovido encuentros ecuménicos con otros credos…, pero su locomotora no desea sumarse al ritmo más acelerado que demandan los nuevos tiempos. Talante conservador a un lado, un Papa con sus pesados y recién cumplidos 82 años, en su actual estado de salud, no puede afrontar esos cambios necesarios.

La mujer sigue limpiando los suelos de todas las iglesias del mundo, quitando el polvo a los santos, reponiendo las velas… La mujer sigue leyendo el evangelio de las homilías, repartiendo incluso la sagrada forma…, pero aún no es "digna" de presidir el altar. Cáliz de vida, paradigma de la entrega, depositaria por excelencia de lo mágico y sagrado…, aún sigue condenada a un segundo plano en la vida eclesial.
Por todo el mundo se levantan las denuncias de los sacerdotes que no logran acallar sus bajos instintos, controlar sus manos dominadas por un libido ya desbordado. Aumenta de día en día la lista de clérigos caídos en desgracia por unos votos de castidad que no soportaban, por una sexualidad mal reprimida que canalizaron de una forma depravada. Sin embargo aún no se levanta la licencia para amar también físicamente a los sacerdotes, no se les permite manifestar su sexualidad de una forma sana y pura con la mujer que puedan elegir para compartir su vida.
La amenaza y el miedo aún prevalecen en los catecismos del siglo XXI, como si la conducta pudiera enmendarse y la fe fortalecerse tras la parálisis que provoca la contemplación del gran caldero de Lucifer. Los calderos se vaciaron, los infiernos fueron clausurados y sus destinatarios reconducidos a más tropicales climas, pero la Iglesia aún sigue soplando sobre las brasas del fuego eterno.
La Iglesia continúa intercediendo entre el Cielo y la tierra, como si fuera eslabón imprescindible, como si no fuera posible soslayar clérigos, capellanes y religiosos para establecer vínculo con el "más allá". En nuestra sociedad ya no es preciso "operadora" cuando marcamos un teléfono, pero tampoco cuando ensayamos una comunicación vertical con el mundo espiritual. Hace tiempo que se inauguró autopista digital, "así en la tierra como en el Cielo". El confesionario es la reliquia de un tiempo en que no sabíamos que había línea directa, en que había que transmitir al "operador", capellán, nuestras cuitas y faltas, porque creíamos en un Dios algo sordo y tan remoto que sólo se avenía con intermediarios.
Urge también un reciclaje del sacerdocio. La autoridad espiritual representa ante todo servicio en el amor y para ello no es preciso disfrazarse de negro, ni doctorarse en teología. La espiritualidad como experiencia suprema, como la aventura más grande del hombre en la carne consiste en el esfuerzo de hacer avanzar los límites de la autoconciencia, tras el contacto con la presencia divina. Seamos agradecidos con la compañía que en ese itinerario nos ha prestado la Iglesia y sus vicarios, mas con todo, permita y fomente la poderosa institución la libre búsqueda de ese contacto vital.
Europa lidera los procesos de cooperación y unificación a nivel político, cultural, económico, jurídico, militar… Su apuesta podrá ser más o menos interesada según los casos, pero no deja de operar como campo de pruebas de un mundo más unido. A un nivel religioso la apuesta reunificadora del Vaticano es mucho más tímida. La idea proselitista de la evangelización prima sobre el anhelo de encuentro, la máxima de la "captación", la idea de la "conversión" prevalece sobre el deseo de sincero ecumenismo y mutua fecundación espiritual.
A pesar de los errores aquí apuntados, de los defectos inherentes y adquiridos, nadie puede negar la ingente labor humanitaria y de desarrollo social, cultural y económico que realiza la Iglesia sobre todo en el Sur, nadie puede obviar su capacidad de vehicular el fervor religioso de tantos feligreses, la tutela moral y ética que ha ejercido en un pasado más primitivo y salvaje, su contribución al desarrollo de la cultura, la educación y la civilización en general.
Sin embargo, si la Iglesia católica del siglo XXI no experimenta una enorme y sincera transformación puede llegar a ser un obstáculo para satisfacer los anhelos espirituales de las mentes en expansión. Muchas almas indolentes anhelan una religión antigua y autoritaria, de tradiciones y dogmas consagrados, pero ese no es el caso de las cada vez más numerosas almas inquietas que sacuden en todas las latitudes el orden social y religioso imperante.
Misión cumplida, se comparta o no su legado, se dio por entero a la tarea que la cristiandad le encomendó. Dios guarde al carismático Papa de Polonia muchos años, le preserve también la facultad de considerar la necesidad de retirarse a descansar, preserve también a su sucesor la capacidad de redirigir la Iglesia hacia nuevos, más abiertos y emancipadores horizontes.

 
   |<  <<    >>  >|
NUEVO COMENTARIO SERVICIO DE AVISOS

 
  LISTA DE COMENTARIOS