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Ventana de barro.

Una semana en el corazón de Educanepal (www.educanepal.org)  
Los caminos de Dios son inescrutables, las encerronas en cabañas de barro también. Lo digo sin sorna, ni resentimiento, intentando, eso sí, aplacar la rebeldía. Todo transcurrió tan rápido... Apenas trece días y el mismo avión de retorno, las mismas hélices penetrando el algodón inmenso, el mismo éxtasis al divisar en la lejanía, orgulloso, soleado, el techo del mundo. ¿Por qué es tan cara esa mirada sobre nuestras más altas cumbres?

En medio los mil y un interrogantes arrojados a ese barro que por doquier me envolvía. En medio un largo escalofrío, una tiritona inoportuna, una larga calentura que a punto maldigo. Los senderos estaban abiertos, el payaso listo, los niños aguardando… Las montañas desafiaban día tras día al cuerpo maltrecho del clown impedido. Rendido en la cabaña de barro de una generosa familia de campesinos, aguardaba una mañana fresca, ágil que no llegaba…

¿Podremos un día volcar en serio hacia dentro sin necesidad de que la enfermedad llame tan avasalladora a la puerta? Las recapitulaciones pueden ser cuando uno menos se lo espera y las desea. Pueden ser en un catre estrecho, tiritando de escalofríos, rodeado de ratones y hormigas… Pueden ser en el momento más inoportuno cuando en la mente sólo caben sonrisas de los niños… Pueden ser cuando, nariz roja en ristre, desearías salir corriendo por la primera vereda hasta dar con la primera pizarra…

Sencilla vida campesina
Pero ni tiempo siquiera para lucir esa nariz roja. Escribo no sobre lo que corrí, sino sobre lo que vi desde una estrecha ventana de barro sin cristales. Las crónicas que hubiera querido volcar a la vuelta de unas excursiones inolvidables, no serán. El payaso refugiado en su cabaña de barro no tiene quien le escriba. A saber qué virus le empujó a la casita de barro y de allí contemplar la lluvia empapando una tierra reseca y de allí ver nacer y caer un sol que semejara aún más poderoso y allí compartir la vida sencilla de una familia amable, hospitalaria, junto a Claudia, compañera también voluntaria de Educanepal.

He visto, eso sí, el amor de la madre volcado en unas pesadas piedras a las que echaba diferentes granos y de las que extraía fina harina para su criatura de escasos meses. He visto toda una alegre fiesta familiar con el único lujo de unos “momos”, pasta al vapor rellena de verdura. He visto hacer mantequilla con grandes paletas de madera, aventar el arroz con cestas de mimbre y ritmo ancestral, cultivar los campos de cuclillas… He visto a través de mi ventana de barro la sencilla felicidad de un hogar de cinco personas en el que únicamente entran cien euros cada treinta días.

Explotar sonrisas exige una entrega absoluta y el virus apenas me permitía unos tímidos pasos. Por los caminos de piedras y de plásticos compruebo el efecto positivo inmediato de un “Namasté” expresado con toda la fuerza que brota dentro. Se observa pobreza y vidas con muchas limitaciones, pero todas las montañas bajas están escalonadas en bancales de cultivo y el maíz que pende de los balcones, los pequeños y destartalados establos de dos y hasta tres vacas que aparecen por doquier…, mantienen a prudencial distancia el espectro del hambre de estas comunidades.

Invertí una semana de reposo, aprendiendo a vivir a otro ritmo más suave, con la cadencia del viento que deja de impoluto blanco las montañas de arroz. En los días de fuerte fiebre me trajeron el caldo de las verduras de sus campos, la leche recién ordeñada de sus vacas. En los días de fuerte lluvia trajeron a mi habitación de barro, brasas de madera. Me emocionaron aquellas ascuas. El refulgir de las cenizas en medio de la humilde habitación me provocó un sentimiento de emocionado agradecimiento. Apenas me conocían y sin embargo a la vera de mi cama ardían unas brasas de las que ellos seguramente se habían privado.

Cuando comencé a moverme, el arroz de sus cultivos hizo las delicias de mi estómago vacío. Arroz, lentejas y verduras por la mañana y por la noche. En el reposo incluí también visitas a la residencia que gobierna José Díaz. Sentado en el jardín contemplaba el milagro del florecer de una ayuda bien dirigida y organizada. Allí contemplaba las montañas desafiantes. Perdidos entre su vegetación desbordada se escondían los pueblitos que deseaba ascender. En el jardín de la residencia me reunía con José y disfrutaba del olvidado placer de la charla tranquila. Yo preguntaba y él, paciente, me respondía. Y así a las tardes recorría con la imaginación los poblados y escuelitas que no pude caminar. Aquí os paso un resumen muy breve de lo que constituye la genial labor que José y su gente desarrollan.

Labor de Educanepal
No me alargaré sobre unas líneas personales que ya han servido para justificar un silencio inesperado. De todas las circunstancias hemos de intentar obtener buena nueva. Descanse pues el payaso en la cabaña y dirijamos el foco hacia la tarea de Educanepal.

Imaginad ahora unas montañas cargadas de vegetación y de vida, unas pequeñitas, humildes y dignas escuelitas, sembradas en sus alturas. Imaginad la labor fenomenal de la Ong española en esas treinta escuelas de la región de Hetauda. Quiero glosar la obra de José Díaz y equipo en un entorno muy carenciado, en una región donde los niños de las montañas picaban piedras y las niñas eran fácil presa de las redes de traficantes que las enviaban bien a prostíbulos, bien a circos en la India. Más de quinientos niños tienen ahora satisfechas sus necesidades de uniforme y material escolar.

A veces bastaba un pequeño empuje económico para que las familias permitieran ir corriendo a sus niños a las aulas, a veces simplemente cuadernos y lápices que no provee el gobierno… En ello se ha empleado Educanepal, en abrir el camino de forma que ninguna familia encuentre excusa alguna para que sus niños no desemboquen cada mañana ante la pizarra. Pero la Ong ha ido creciendo y encontramos también en su sede en la población de Hetauda un grupo de jóvenes mujeres que antes no tenían futuro y ahora se las ve afanadas encima de una mesa dibujando, cortando, cosiendo… Cuando llegamos les faltó tiempo para echarle el metro a la cintura de Claudia para hacerle bellísimos sharis…

En las mismas oficinas centrales de Educanepal se encuentran los almacenes de cuadernos y material escolar que la Ong distribuye metódicamente tres veces al año. Para la labor de monitorización de la marcha de las escuelas, así como para el reparto del material hay un total de cuatro personas del lugar contratadas.

Pero la joya de la corona de Educanepal es la residencia para niñas que ya tiene casi tres años de antigüedad. José ha logrado conformar una gran familia con 16 adolescentes, cuatro pequeños y varios adultos en estas nuevas instalaciones construidas con la ayuda llegada desde España. Todo es paz, orden y belleza en esta casa de dos pabellones, amplio patio y huerta, establo de animales y “cueva” de champiñones, donde las pequeñas han encontrado un sentido, una esperanza para sus vidas.

Además de todo ello Educanepal participa en la construcción y restauración de colegios en zonas marginales, así como en la provisión de mobiliario básico. Apoya a los profesores con cursos de formación y asesora a los centros sobre métodos de gestión participativa. La Ong canaria coordina también actividades que favorecen la participación de la mujer y castas bajas.

Volveremos…
Allí pues la Ong haciendo una labor bien útil y eficaz para quienes queráis ayudar, allí las montañas sembradas de escuelitas y de esperanza. Apoyando a Educanepal contribuimos a dotar de una educación básica a tantos niños que no podrían asistir al colegio por falta de recursos. La Ong tiene el compromiso además de apoyar a las comunidades donde viven los pequeños, con proyectos que repercuten directamente en satisfacer sus necesidades básicas (agua, alimentación y generación de recursos).

Volveremos, si Dios quiere, a la casa de barro, al calor de la familia de Ramés, a la vera de la labor de José Díaz, no ya para yacer en el catre, ni para “espiar” desde la ventana la vida campesina, sino, ojalá, para poder acometer la labor ahora frustrada.

A la semana de la vuelta aún no deshice la maleta. Como si ésta esperara que alguien la cogiera con la mano para llevarla a la otro parte del mundo. ¿Quién sabe? Ojalá más pronto que tarde salga de nuevo a la calle empujando esa maleta cargada de disfraces, ilusión y proyectos.

 
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