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Amma desembarca en la Ciudad Condal

De profesión, sus abrazos. Amma, maestra espiritual hindú, benefactora entre los suyos y líder en el Parlamento Mundial de las Religiones de Chicago, llega a Barcelona en próximas fechas. Prodigará achuchones y sonrisas a los muchos centenares de personas que concitará , en el marco de lo que en la tradición hindú constituye la ceremonia del “darsham”.

Visita de Mata Amritanandamayi en Barcelona

DIAS: 17 y 18 de OCTUBRE del 2002

HORARIO:
Jueves 17 de OCTUBRE
9:30h a 13:00h meditacion-darshan
19:30 a 2:00 enseñanzas-bhajans, meditacion-darshan
Viernes 18 de OCTUBRE
9:30h a 13:00h meditacion-darshan
18:30h Puja- enseñanzas
20:00h a 6:00h Devi Bhava (darshan)

LUGAR:
Pabellon de la Mar Bella (BARCELONA)
Centro Deportivo de la Mar Bella.
Avda. Litoral Mar, 86-96 (Zona Puerto Olimpico)

> Metro L4 (amarilla) parada Poblenou (creo que Llacuna también va bien)
Autobuses: 14,36,41,45,59,71 y 92
Nocturno: N0,N6 y N8
Paradas de Mar Bella o Puerto Olimpico

> Coche: Autovia o Autopista hasta Barcelona
Tomar Ronda Litoral hasta la salida 23 (Poble Nou-Port Olimpic)si se entra desde el sur, y salida 24 ( Besos-Prim) por la misma Roda Litoral si se entra por el Norte de Barna.

INFORMACION:
Si quieres colaborar contacta con Carlos Ruz.
Tlf: 932186821

Tambien para información: Carmen (932118406) y Cristina (938991470)
E-MAIL: pat_her@teleline.es

Fundación Amigos de Amma (PAMPLONA)
Tlf: 948229335

Seguidamente os compartimos una crónica de una anterior visita a Estella

Anhelado regazo

El amanecer del día de Santiago se disponía ya a lanzar sus primeros rayos de luz sobre el plástico de la enorme carpa deportiva. Dentro, ante un mar de gente vestida de colores claros, con el fondo de la sílaba “Om”, una mujer de baja estatura, tez morena, perenne sonrisa y enorme corazón, llevaba en su butaca doce horas abrazando a cuantos se le acercaban. Apenas se había detenido en un breve intervalo para ingerir algún frugal alimento.

Vistosas plantas, arreglos florales, telas de pálidos colores, enormes mandalas (símbolos sagrados)... arrancaban encanto al sobrio cemento y uralita. El frío recinto de Oncineda, esmeradamente decorado, rebosaba paz y callado gozo en esos instantes que rayaban el alba. Más de tres mil personas habían avanzado a lo largo de dos días y dos noches, con sus pies descalzos, coronando su paseo por la alfombra central en los anhelados brazos, siempre abiertos, de Amma.

Debajo del estrado, la orquesta de afinadas voces indias, armonium y demás tablas de percusión, seguía inundando el enorme espacio con sus “bayhans” (canciones devocionales). Una mayoría de los presentes, atenta al quehacer de Amma, encariñada por la intimidad que proporcionaban esas altas horas, asistía aún con recogimiento al desarrollo de la ceremonia.

En la zona más apartada algunos descansaban recostados sobre la moqueta, mientras, la carismática maestra, de vocación de día en día más universal, permanecía allí, sin moverse de su lugar, con el mismo entusiasmo que por la mañana. Ni el cansancio, ni el sueño habían mermado un ápice su jubilo. Flanqueada con sus grandes ventiladores, ajena al mundo, distante del ajetreo que se formaba a su alrededor, continuaba abrazando a unos y a otros, porque en palabras de ella misma: “Mi único cometido es que los hombres realicen su unión con Dios y encuentren la verdadera felicidad. Mi único deseo es que mi mano siempre esté en el hombro de alguien, consolándolo, acariciándolo y limpiándole las lágrimas hasta mi última respiración”.

Profesión: sus abrazos

Londres, París, Munich, Helsinki... y Estella conformaron las etapas de la gira veraniega de esta prestigiosa líder. En su periplo por las grandes ciudades europeas, el nutrido cortejo hindú parece que se encariñó con ese hermoso rincón de Navarra. Dicen sus más allegados que Amma manifestó su expresa voluntad de retornar a la ciudad del Ega, al planificar su nuevo periplo anual. No en vano el recibimiento, en su primera visita del pasado año, fue caluroso y el apoyo en el montaje de la infraestructura por parte del Ayuntamiento, absoluto.

En esta ocasión también, el trabajo organizativo, que se ha prolongado durante meses, ha corrido a cargo de la Fundación Filokalia, con sede en Pamplona, pero con grupos en Madrid, Barcelona, Bilbao... Anteriormente, estos amigos de Amma, tal como ellos se autodenominan, salían a su paso, en las visitas más próximas que ella realizaba a Burdeos, París o Londres, hasta que aunando esfuerzos, se lanzaron al desafío de acercarla a nuestras tierras.

Es así como esta maestra, cuyo entrega y disponibilidad incondicionales sorprende allí donde va, forma ya parte del verano de Tierra Estella, el contrapunto de recogimiento, en medio del bombo y el platillo de las fiestas de los pueblos. La comarca acogió con naturalidad esta otra forma de vivir la espiritualidad de floridos rituales, olor a incienso y canciones devocionales en “sánscrito”, que acercan esta mujer y su gente. Los vecinos recibieron una vez más con simpatía este séquito de swamis y bhraminis (monjes-monjas y novicios-novicias respectivamente), de punto en la frente, “Om namah Sivaya” (saludo reverencial) en sus labios sonrientes y coloridos sharis y dhotis (anchos pantalones).

Desembarcó Amma en la gran carpa deportiva de Oncineda y tras los saludos de rigor se puso a trabajar. Porque lo suyo es abrazar y ejerce con dedicación durante quince horas cada día, a veces más de diez seguidas, tal como pudimos constatar. (En la segunda jornada, la celebración de una puja o ritual de purificación, limitó a doce horas la duración del darshan). Sonsoles, una de sus más fieles seguidoras en Madrid, que antes seguía sus pasos por Europa, nos confesó que en Asis (Italia) contó que estuvo recibiendo a la gente a lo largo de doce horas sin parar.

José María Goñi, presidente de la asociación organizadora e incansable traductor de las obras de Amma al castellano, nos apuntó que ella abraza con especial entusiasmo a los enfermos y disminuidos: “No teme la lepra, el sida, la tuberculosis... que traen en su cuerpo los afectados que le abrazan”. El nos relató como una de sus acompañantes ya recibió en India una pequeña reprimenda, al querer retirar precipitadamente con un palo, la prenda de su maestra que un enfermo le manchó con su vómito.

Un darshan muy especial

La gran colección de sandalias y zapatos ordenada a la entrada invitaban, una vez desprendido el visitante de su calzado, a una actitud, cuanto menos de respeto. El blanco, predominante en la vestimenta de los asistentes, imprimía una añadida sacralidad al encuentro. Una enorme tela de color verde turquesa cubría el fondo del recinto y servía de enmarque al símbolo sánscrito “Om”, inscrito en otra tela transparente. Esta sílaba sagrada, que colgaba también del techo de uralita, es considerada como la semilla de toda la creación, el sonido eterno.

En el centro del estrado y rodeada de los suyos, Amma extendía una y otra vez sus brazos a quien se le llegaba. No pide a nadie que crea en ella, ni que cambie de creencias. No distingue color, cultura ni religión. Tal como nos confesaba emocionada M. G., una ama de casa de Estella que durante dos días había puesto a su marido e hijos a régimen de fast food y bocadillos, para apenas moverse de la carpa: “En las largas horas que llevo delante de ella, no ha hecho ninguna distinción. A quien quiera que se le acerca, dispensa el mismo y desbordante calor, en todos derrocha la misma y bondadosa sonrisa”

Robert Sidon, un americano que acompaña a Amma ejerciendo de public relations, nos explicó que ella pertenece a la antigua tradición de Mahatmas, grandes almas, que aparecen sobre la tierra en contadas ocasiones. En los darshans (recibimiento de una persona santa) que éstos conceden, el visitante pasa delante de ellos, inclinándose reverencialmente ante sus pies. Sin embargo Amma rompe todas las formas tradicionales y se da por entero al acogido. Abrazo, “pétalos, “prasad” (dulce), a veces también “mantra” personal (fórmula sagrada o breve oración para el despertar espiritual), consejo..., son los obsequios de esta mujer para quienes alcanzan su regazo.

La espera a veces se prolongaba durante horas en las grandes alfombras extendidas delante del estrado, sin embargo ello no afectaba a las decenas de personas que aguardaban pacientemente su turno. Los hay que vinieron de EE.UU., Francia, Inglaterra, Alemania..., pero en su mayoría procedían de los más diferentes puntos de España.

Tras la primera visita del pasado año, parecen superados los posibles recelos de que se tratara de un grupo de carácter sectario, que alguien pudiera albergar. A este respecto, Nekane Ripodas de Pamplona nos confesaba con una rotundidad, no exenta de cierto humor: “Difícilmente puede hacer labor de captación una mujer que apenas se entretiene con cada persona unos segundos. Además las puertas están abiertas de par en par. A nadie se le requiere información personal, y el visitante puede dejar el recinto cuando lo desee”.

Juguetona maestra

Los sesenta acompañantes de Amma, llevan pintado con polvos de madera de sándalo, su tercer ojo en la frente. Así afirman con bella discreción, su conciencia del más allá, su entrega a Su Voluntad. En su mayoría son indios, pero no faltan algunos de rubios cabellos y blanca piel nórdica. Hombres y mujeres de vida resuelta que en su día abandonaron “el mundo”, para sumarse a ese luminosa y variopinta comitiva que acompaña a la “santa”. Ellos hacen la música, pero también ejercen de artesanos, pintores, vendedores, astrólogos... Al fondo de la sala se situaban sus stands cuyos beneficios son destinados a sufragar las numerosas obras humanitarias que sostienen en la India. El ruido de las máquinas de facturación se mezclaba, a prudente distancia de la gran moqueta de espera, con el sonido de los bayhans, sin embargo a la vista de la ingente labor social desplegada por Amma en la India, quedaba desterrada toda duda de posible mercantilización del evento.

Una silenciosa, pero eficaz organización, compuesta por decenas de voluntarios españoles aseguró el perfecto discurrir del evento. Grupos de cocineros, camareros, guarderos..., hombres y mujeres turnándose en el parking, ante las mesas de información , organización y tickets, cuidando el armonioso avance de las largas filas..., garantizaron la atención a las más de tres mil personas que, según los cálculos de los responsables, se acercaron al lugar.

Amma no derrochó largos discursos. Apenas se entretuvo en algunas breves enseñanzas y cuentos que desgranó en su idioma, el malayam. Ella se ganó a los asistentes con esa suerte de hechizo que no precisa de oratoria. Se expresó silenciosa y sobradamente con esos grandes brazos que se abrían y cerraban sin parar, con los niños que levantaba por los aires, con sus ganas de jugar y reír a la primera ocasión que se le presentaba... Un añadido de palabras hubiera quizá limitado el brillo de ese rostro sonriente que no se apagó ni por un instante.

Los dos días fueron transcurriendo entre la sorpresa de los que contemplaban por primera vez el animado ritual y el gozo indisimulado de los devotos y simpatizantes. Los primeros presenciaban con respeto e incluso admiración un ceremonial diferente al habitual. Pulsando la opinión de algunos de éstos, constatamos la simpatía suscitada por una tradición religiosa que sale de sus fronteras históricas y se pone a viajar, dándose a conocer y dejándose fertilizar en otros rincones del mundo. Los segundos, los que ponen norte en sus vacaciones a las ciudades donde se apea la Maestra, ya más familiarizados con la atmósfera, apuraban el gozo de sentirse unos momentos más cerca de ella.

Lluvia de pétalos

Todo acabó en explosión de alegría y emociones. Una lluvia de pétalos sobre la cabeza de los congregados ponía el punto final a dos largas jornadas, que muchos de los interrogados por este medio, definían como “indescriptibles”, “inolvidables” “muy especiales”... Bajo ese derroche de flores en medio de música y aplausos una de los presentes, Isabel Querejeta de San Sebastián, nos comentaba que hubiera deseado “que aquellos instantes no se acabaran nunca”. Su hijo Josu yacía dormido en la moqueta, pero ella como otros tantos, hubiera querido permanecer en esa sutil atmósfera de fraternidad y espiritualidad, con ese fondo de alegre música que tan dentro se le grabo.

Despuntaba, como decíamos al comienzo del relato, el día de Santiago en los cielos de Tierra Estella, cuando Amma se retiraba a reposar unas horas en la Residencia de la Basílica de la Virgen del Puy. Al día siguiente en Marsella la aguardaba otra enorme fila de gentes anhelantes de su enorme refugio. Otras penas y aflicciones, ahora en otro tono, en otro idioma, harían larga y sudorosa cola, para terminar deshaciéndose en ese oído insaciable.

Fuera, en el espacio del aparcamiento, la plaza en algún coche rumbo a la Costa Azul francesa se cotizaba ya alto a esas horas. De un lado a otro deambulaba gente interrogando por el ansiado sitio aún sin ocupar. Tras la profunda vivencia de Estella, algunos desbarataban su programación estival y recomponían sus planes para, poder estirar esos instantes en compañía de Mata Amritanandamayi, la “Madre de la Eterna Felicidad”.

“Santa viva”

Mata Amritanandamayi, Amma como cariñosamente se le conoce, nació hace cuarenta y cinco años en el pueblo de Vallickav, estado indio de Kerala, en el seno de una familia de pescadores. Era la mañana del 26 de Septiembre de 1953, cuando asomaba del vientre materno una diminuta niña en una humilde cabaña de hojas de palmera. El sonido constante de las olas del océano saludaba el primer sollozo de esta criatura, a la que le pusieron el nombre de Sudhamani, Joya de Ambrosía, y que sería llamada en el futuro a consolar tantos seres afligidos.

Desde pequeña los nombres sagrados de “Krisnha” estuvieron en sus labios y entre las agotadoras tareas domésticas a las que la sometían sus padres y hermanos, siempre encontraba ocasión para socorrer a los más necesitados. La dura infancia y adolescencia de esta “santa viva”, tal como la denominan sus seguidores, los constantes ataques de sus incrédulos paisanos en sus primeros años de servicio, la sistemática oposición de su familia en el desarrollo de su tarea espiritual, no lograron doblegarla.

Sumida en la constate devoción a Dios y entregada por entero al servicio de los más necesitados, rechazó una y otra vez los arreglos matrimoniales de su padre, permaneciendo fiel a su vocación. Ante las conductas más abyectas que contra ella se desataban, a la vista de su generosa y sorprendente labor espiritual y humanitaria, siempre respondió con amor. Ante los milagros, que desde joven comenzó a realizar, manifestó su indiferencia.

“¿Acaso está sordo tu Dios?”, le interpelaba con dureza un hermano ignorante del alto destino que su hermana estaba llamada a cumplir, cuando ésta pasaba largas horas nocturnas cantando en voz alta al Señor. Mientras ella apenas terminaba de comprender, porqué Krisnha “la había empujado a esta orilla”, los devotos se empezaron a agolparse a sus pies. Jóvenes llegados de toda la India, atraídos por el eco de su santidad, la animaron a crear el primer asrham (equivalente a comunidad en la tradición cristiana).

En 1979 tomó conciencia de su misión y salió al paso del mundo. Desde entonces, entre abrazo y abrazo construye hospitales, dispensarios para los más pequeños, casas para los indigentes, escuelas, institutos, templos.... Entre achuchón y achuchón salta al Parlamento de las Religiones del mundo (Chicago 1993) para clamar que “los diferentes credos no deben de fomentar la división, pues hay una sola y Suprema Verdad que resplandece en todas las religiones”. Entre darshan y darshan (las multitudinarias ceremonias de acogida que realiza allí donde va), es invitada también a encuentros ecuménicos como el que organizó en 1995 las Naciones Unidas, para reafirmar que “la cooperación entre las religiones debería de ser de la máxima importancia en el mundo de hoy”.

Han transcurrido dos décadas desde que Amma anunciara su misión de amor y consuelo. Respondiendo a las repetidas peticiones de sus seguidores en el extranjero, hizo su primera gira mundial en 1987 viajando por los todos los EE.UU. y Europa. En el momento de escribir estas líneas se halla en Munich, en el duodécimo de estos periplos de abrazos y bendiciones capaces de iluminar los semblantes más doloridos.

Entre las numerosas obras de beneficencia que ha creado Amma, destaca el hospital de 800 camas y avanzada tecnología, que el pasado 17 de Mayo inauguró junto al Primer Ministro de la India en Ernakulam. En él se proporciona asistencia médica especializada a personas sin recursos.

Hay quien interpreta la aparición de Amma y el rápido crecimiento de su organización internacional, como un nuevo capítulo en la historia de la espiritualidad. De cualquier forma, es poco habitual el surgimiento de grandes líderes, sobre todo si se trata de mujeres. En unos tiempos difíciles, dominados por valores materialistas, llama la atención que miles de personas hagan durante horas enteras cola para fundirse con esta mujer que ha prodigado verdadera felicidad en tantos corazones. En India cada vez que se mueve de su asrham decenas de miles de personas, salen a su paso persuadidos de la singularidad de esta mística de nuestros días. Todos ven ella las nobles cualidades de un ser que está unido a la divinidad con el propósito de suprimir el sufrimiento del mundo.

Quienes deseen obtener información sobre futuras visitas de Amma, su gira internacional, su asrham en la India, o bien conocer más detalles acerca de su obra humanitaria, pueden dirigirse a la Fundación Filokalia-Amigos de Amma. C/Leyre 5-3º A. 31002 Pamplona, o bien llamar a los teléfonos 918599700, 948229335 ó 938991470

Inmenso regazo

De profesión: sus abrazos. En Estella ejerció el pasado fin de semana día y buena parte de la noche sin descanso. Acostumbraba a repartirlos lejos de nuestra geografía, en los recorridos que anualmente le organiza su gente a lo largo del planeta. Sus abrazos son cotizados en todo el mundo y sin embargo, insondables designios, intensa tarea de sus seguidores en Navarra, Madrid y Barcelona e idónea infraestructura estellica, amén de la generosidad de su Ayuntamiento, posibilitaron que se acercara aquí, a derrocharlos entre nosotros. El viernes día 8 de Agosto a las 10 de la mañana, Amma, maestra espiritual hindú, benefactora entre los suyos y líder en el Parlamento Mundial de las Religiones de Chicago, abrió su regazo, sentada en un gran sofá, en la carpa del antiguo Instituto de Oncineda en Estella. Durante tres días, sin desfallecer un solo instante, esta mujer de piel morena y mirada tierna, nacida en Kerala (India) hace 44 años, prodigó achuchones y sonrisas a los muchos centenares de personas que se le pusieron por delante, en el marco de lo que en la tradición hindú constituye la ceremonia del “darsham”.

Por el pasillo central de la gran moqueta roja avanzó una rica variedad humana: devotos engalanados de impecable blanco, agricultores de recias manos y rostro impactado cuyo Dios estaba inmovilizado en los muros de la parroquia, jóvenes cautivados por esta silenciosa revolución de gestos amables, sonrisas y pétalos, minusválidos y enfermos que deseaban encontrar en las mejilla de Amma el aligeramiento de sus dolores y limitaciones, católicos de fe fresca y mirada tolerante...

La gente del lugar con curioso respeto no tardó en verse seducida por esa extraña atmósfera de paz que se respiraba en la inmensa carpa deportiva, acondicionada para la ocasión tras un gran esfuerzo de limpieza y decoración. Con anterioridad se había extendido cierta alarma en la comarca. La presencia de tanta gente con extraños atuendos orientales disparó una curiosidad que rayaba la suspicacia. Sin embargo el fantasma de “secta” que muchos visitantes traían atado a sus pensamientos, salió huyendo en el tropiezo con una cordialidad que no exigía nada a cambio. Sonrisas sinceras y desinteresada atención en los diferentes “stands” de servicio al público, trasmitían tranquilidad al recién llegado y ajeno en principio al ceremonial. Las puertas abiertas de par en par y el reclamo de ayuda para las tareas humanitarias que la Fundación de Amma desarrolla en India, terminaban por disipar infundados temores.

La atmósfera de espiritualidad de la carpa estaba sostenida por una belleza apurada hasta en los más mínimos detalles. Una discreta pero competente organización, formada por decenas de voluntarios españoles, dotaba a ese clima cálido de vigor y efectividad. La enorme colección de sandalias y zapatillas ordenadas a la entrada invitaban, una vez desprendido el visitante de su calzado, a una actitud cuanto menos de respeto. El blanco predominante en la vestimenta de los asistentes imprimía también sacralidad al recinto. La sílaba sánscrita “Om”, perenne invitación a la paz y el recogimiento, sobre una gran tela transparente de color verde malva, presidía el escenario.

Ininterminables filas de gente desembocaban en el florido escenario donde departía Mata Amritanandamayi, pues así es el nombre completo de esta mujer que en su contacto hacía derramar ríos de lágrimas. Grandes ventiladores, consejeros y ayudantes cerraban el círculo alrededor de su butaca presidencial. La espera de hasta cinco horas sobre la gran moqueta no quebró la paciencia de cuantos aguardaron el abrazo, afable bendición salpicada de pétalos, que en la noche del domingo se prolongó hasta rayar el día.

Esta y las anteriores noches nos regalaron un clima de mayor recogimiento tras el trajín diurno de multitudes. Música, danza y teatro hindúes entretenían a ratos la espera. El ambiente relajado junto al escenario reflejaba la riqueza de esta embajada multicultural. Niños de piel morena, rubios, de ojos achinados, niños de nuestra y de todas las tierras, conformaron alrededor del amplio estrado un cordón de ojos asombrados cuando una pareja de danzantes inició su movimiento en honor a Shiva. Media docena de “swamis” ataviados de rojo coordinaban un ceremonial en el que cada quien tenía claro su cometido. En rincones más apartados, miembros del séquito se empleaban en variadas tareas: una devota europea con elegante “shari” blanco trabajaba con su ordenador portátil ofertándonos una bella estampa de simbiosis entre tradición y modernidad; otras compañeras, inalterables por el bullicio que inundaba la gran sala, confeccionaban los objetos de artesanía que son puestos a la venta allí donde van y gracias a los cuales costean sus gastos y sostienen las tareas humanitarias que en India promueve esta carismática mujer.

Pasaron los días sin casi advertirlos, apuré hasta que cedían los párpados, aquel regalo del alma, aquella ofrenda que se derrochaba ante mi discreta atalaya en un lateral de la sala. No tomé el abrazo, pero sí buena posición cercana a todos los músicos que con devoción profunda desgranaban durante horas su hermosa salmodia que ellos denominan “mantrams”. Disfruté con cada uno de esos cientos de peregrinos que desembocaron en ese regazo de inmenso amor, con cada uno de esos rostros iluminados en toda su belleza y esplendor, disfruté con cada una de esas personas que abandonaban el estrado con lo mejor de sus sentimientos despuntando en su mirada emocionada.

Amma no derrochó discursos, no se entretuvo en palabras, se ganó a los asistentes con esa suerte de convicción que no puede alcanzar la oratoria. Abrazó, sonrió, cantó y venció. Venció sobre la monotonía de los días, sobre las formas grises, sobre los corazones apagados; venció sobre esa inercia empeñada en acaparar lo inabarcable en una sola doctrina.

Tras azarosa historia saturada de conflictos entre los credos, buena parte de la humanidad ha alcanzado a comprender que la diversidad de las formas religiosas no invita a la separatividad, sino que al contrario, fomenta una unidad colmada, enriquecida en el fondo, en el espíritu único. La convergencia política, cultural, económica... que pacientemente se gestan por doquier, de poco servirán si el ser humano no se une también en lo más íntimo de lo que es portador, en el espíritu. Cercano aún un pasado en el que la intolerancia religiosa desatara inusitada crueldad, en el que los hombres se citaban en la batalla porque invocaban a Dios con nombres diferentes, actos como el vivido en Estella, son la firme garantía de un futuro en armonía y paz, el más avezado augurio de un mundo por fin en fraternidad.

Recién despertada de sus fiestas patronales, la ciudad del Ega, ha podido disfrutar de otro género de fiesta más silenciosa, más recogida, pero no menos necesaria. Durante tres días ha testificado una fecundación de espíritus y culturas, ha acogido un festival a la vida y su Creador en una de las múltiples formas de glorificarlos: la tradición hindú. Desde el pasado fin de semana el cielo de Estella no viste sólo el color monocromo de la religión institucionalizada, desde entonces ese cielo es si cabe más tolerante, más alegre y universal.

Navarra cosecha sus frutos de tierra acogedora. Dicen que retornará esta mujer por estos lares, que asomará de nuevo por la colina de Oncineda con su séquito de blancas túnicas, que nuestra ciudad es ya un hito en su incansable peregrinar planetario. ¡Permanezcan pues nuestros brazos abiertos en perenne acogida hacia tan bellas embajadas de paz!

 
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