Icemos las lonas

A finales del siglo XIX eran los barcos más rápidos. Estilizaron al máximo su forma para que el viento los empujara veloces. Los “clippers” supieron adelgazar el tradicional casco panzudo de los grandes barcos de vela. Concretamente el Cutty Sark logró ser el más rápido de su clase para llegar a Inglaterra con las primeras hojas de té del año. Su quilla afilada era capaz de poner la preciada hierba aún reciente en las finas tazas de Londres.

Empleaban poco más de cien días desde China en el empeño. Eran los últimos grandes veleros. Poco después, las densas columnas de humo de tierra adentro se levantarían también en la mar. Hasta entonces era el hombre jugando y aliándose con el viento, era el audaz marino atrapando el aire y fijando un destino. Hasta entonces velas y rezos al cielo infinito, horizontes conquistados con destreza y barlovento… Pronto silencio de olas, rugir de máquinas; pronto su ritmo atroz, sus calderas de infierno; pronto el vapor clausurando aventura y mofándose del noble viento. La propulsión mecánica irrumpía en los mares, tumbaba mástiles y se tragaba el algodón blanco e inmenso.

El Cutty Sark y su leyenda quedó anclado en el muelle de Londres hace ya más de cincuenta años. El barco incansable se convirtió en museo inamovible. Allí ardió hace unos pocos días el histórico transoceánico. En el dique seco le han sorprendido las llamas desmemoriadas, el arder inoportuno.

El incendio traga la memoria, las llamas no saben de historia. El fuego olvidó proezas y valor de los marinos. El Cutty Sark sólo queda en las etiquetas del whisky y el viento vaga hoy impenitente por los océanos empujando sólo recuerdos. Él quisiera henchir de nuevo las enormes lonas y traer gruesa lana de Nueva Zelanda, amargo té de la China… Él quisiera ser rehabilitado y volver a protagonizar junto a los grandes veleros heroicas gestas en los anales del océano siempre bravo.

Agotado el petróleo, recalentado el planeta con sus gases traicioneros, icemos de nuevo las lonas en la tierra y en la mar. Rendir a los vientos de fuera, nos ayudará también a domeñar los azotes de adentro.

 
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