No más sirenas de muerte en torno al teatro de la vida. Los humanos no merecen ya esa fórmula tóxica que roe los pulmones, que detiene corazones, esa química paralizante de veneno, rencor y miedo. No más terror de los grupos encendidos y exaltados, de quienes invocan también razones de Estado para asfixiar la disidencia, para acallar el latido de la diferencia. No más cuerpos doblados sobre la platea del futuro, no más mujeres con la mecha de la muerte en la flor de sus días. Sólo cordón de vida en los vientres del mañana. Corramos telón. Aspiró nuestra memoria los gases de ayer, la química del dolor, la letalidad del odio. Inauguremos nuevo teatro de aire limpio e inmenso aforo, de sesión continua y felicidad merecida. Ninguna joven se enfajará dinamita, ningún gas callará el aliento.
Moscú bien vale una lección definitiva. Aprendimos ya el libreto. Fuimos ya príncipes y mendigos, guardias y ladrones, asaltantes y terroristas, moros y cristianos… Llegó la hora. Comienza una nueva sesión. Todos tenemos un lugar en el nuevo teatro del mundo, en la nueva escena compartida. Cada quien encuentre su música, su papel, cada pueblo exhiba su dignidad y su belleza. Suban a escena todos los colores, todos los inciensos, todos los coros. Callen fuera las ambulancias. Ya nadie vence a nadie, todos trabajan por el éxito de la función, todos se contagian gozo de farándula, chispa de otro enredo.
Corramos telón de milenio y esperanza. Ensayemos aquella sinfonía pendiente, aquella opera prima por milenios postergada, volquemos en el escenario un mundo de concordia, un cielo de fraternidad. Estrenemos de una vez por todas la partitura madre, saquemos de entre bambalinas aquel reino de paz. |
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Moscú bien vale una lección definitiva. Aprendimos ya el libreto. Suban a escena todos los colores, todos los inciensos, todos los coros. Callen fuera las ambulancias. Ya nadie vence a nadie, todos trabajan por el éxito de la función, todos se contagian gozo de farándula, chispa de otro enredo. 
