Valientes sin fronteras

Hizo acopio de sus palabras más escogidas y lustradas, su verbo más convincente, sus argumentos más apabullantes, su mirada más penetrante y cruzó la frontera imbuido de sus sentimientos más nobles. Atravesó la “muga” para decirles a los violentos que callaran, que jamás nada conseguirían con sus tiros y bombas. Les habló de todo lo grande que ellos han logrado sin una gota de sangre, del país que ahora gobiernan porque siempre confiaron en la buena palabra. Les pidió que callaran en Cataluña y en Huelva, en la Luna y en Marte, que callaran por siempre.

A la vuelta lo despellejaron vivo, al igual que la reacción y sus legiones acólitas han intentado siempre acabar con los valientes que han movido la historia. A la vuelta lo injuriaron por su gesta desacostumbrada, por creer en la fuerza arrolladora del diálogo y las palabras.
Ojalá muchos políticos y analistas, que ahora insultan a este hombre noble y audaz, cruzaran la frontera de su “ojo por ojo…” la frontera de sus miedos, los límites de su ira, de su pequeñez de miras. Hace falta mucha generosidad y coraje, mucha imaginación y voluntad para ganar, que no aplastar, a los violentos, para triunfar ante todo en el campo de sus conciencias, para conquistar sus corazones.

La historia la han hecho los hombres y mujeres de visión y esperanza que han cruzado fronteras, aún a riesgo de sus vidas, aún a riesgo de ser quemados ya en la pira medieval, ya en la, no más clemente, plaza mediática de nuestros días.

Largo es el asalto a las conciencias más bárbaras y amuralladas de los violentos, mas no hay otro “atajo”. Las armas han de defender la vida, mas difícilmente escriben punto final. Por eso hay que cruzar una y otra vez las fronteras con los coches llenos de argumentos y razones, una y otra vez a la búsqueda de la mesa definitiva.

Nunca pensamos ayer que hoy la palabra y el diálogo pudieran ser tan perseguidos, tan demonizados. Nunca reinó tanta confusión, ni la noche vistió tan fina corbata. Creo en Carod Rovira, en los hombres bravos y altura de miras, que cruzan fronteras, que salvan vidas y poco a poco, pese a viento, calumnia y marea van inaugurando perenne paz.

Zubielki 19 de Febrero de 2004

 
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