. Ya experimentamos ese propio engaño buena parte nuestras vidas hasta que la garganta se quedó ronca y las avenidas se agotaron y no había más sábanas y paredes por pintar, sobre todo hasta que nuestras compañeras nos mandaron a paseo, se pusieron a hacer yoga, taichi, danza… y nos dejaron a nosotros y nuestra aburrida revolución. Entonces se cayó el mundo con todos sus vientos y sus amañados bailes de banderas rojas. Al querer levantarlo había que hacerlo de otra manera, por supuesto bajando para siempre el dedo acusatorio. Sabemos muy pocas cosas, pero sí que el responsable de lo que nos toca vivir está dentro. Cada uno de nosotros/as somos los regidores exclusivos de nuestro destino y ello demanda una exigencia grande para con nosotros mismos. Nosotros nos hemos “confinado” en esta situación. Los gobernantes políticos sólo son actores muy, muy secundarios en la obra que vivimos. Si les otorgamos un papel prioritario es que nosotros somos los secundarios, los que no hemos tenido el coraje para cobrar protagonismo en nuestro propio guión. Tomar las riendas de nuestro destino nos procura ingente trabajo interior, pero también una incalculable paz al no tener que denunciar, ni perseguir a nadie, sólo al impostor que tan a menudo trata de hacerse con el gobierno de adentro. |
|
|
|