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Mutuo y supremo respeto

Hay palabras que definen acertadamente el muy singular momento que estamos viviendo. Éstas podrían ser confusión y complejidad. Ambas palabras nos conducen por igual a adoptar una posición de supremo respeto para con las diversas opiniones y criterios que afloran en medio de esta crisis. No debería ser de otra forma.

No sabemos de aerosoles, de su vuelo y alcance, de su capacidad de hacer mal en razón de dónde aterricen. Somos más de metafísica que de física. Sólo intuimos las capacidades inherentes al alma, sólo sabemos algo de nuestro potencial de comprensión y afecto por encima de nuestras diferencias.

La diversidad nos ha de conducir necesariamente a la tolerancia y benevolencia, aún cuando pensemos que tenemos todas las cartas buenas, que todas las soluciones están con nosotros y los demás están equivocados. Hay diferentes formas de solucionar el problema del COVID 19 y las compartamos o no, tenemos que pensar que las medidas que unos adoptan y que otros quisieran adoptar, están guiadas por la buena voluntad.

Siempre defenderemos el retorno a la Madre Naturaleza, su armonía, sus leyes y ritmos; la vuelta a la vida natural como el camino más razonable para recuperar nuestra salud y poder defendernos mejor de las enfermedades y pandemias. Sin embargo respetaremos a quienes no comparten criterio. Es preciso también comprender a quienes han dado paso al temor, a quienes marcan exigente distancia aún en entornos naturales, a quienes están deseando que llegue la ansiada vacuna para poder dormir tranquilos...

Esta pandemia tozuda, que desea perpetuarse más allá del turrón y el Belén, traiga cuanto menos su debida recompensa en forma de mayor y mutuo entendimiento colectivo.

 
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