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Acoger todos los sufrimientos

Tras el período de aportaciones, el Gobierno vasco procederá a pasar por las escuelas los polémicos vídeos. Somos muchos los que nos podemos identificar sin dificultad con la lectura de nuestra reciente historia que en ellos se refleja. Tenemos plena fe en la buena fe de los responsables de la Dirección de Convivencia y Paz, sin embargo, a la vista del revuelo generado por los controvertidos relatos, queremos añadir alguna reflexión. Deseamos poner sobre la mesa más una cuestión de tiempos de que fondo. ¿Era ya llegada la hora de esa necesaria función pedagógica?

Cuidar la primavera de convivencia que por fin estamos viviendo en Euskadi, supone ser respetuosos en extremo con el otro, su relato, sus dolores, sus tiempos. Quizás los vídeos pudieran esperar hasta que el hierro comience a enroñarse y la reconciliación a echar sólidas raíces, hasta que las trincheras se terminen de derrumbar y los sinceros perdones de florecer. Cuidar este momento de tan anhelada paz, quizás también implique un “pause” en el relato a la espera de que los extremos cedan y desciendan de sus cerros, a que el espacio del medio se torne cada vez más ancho, sólido y compartido.

Es inevitable que veamos el pasado sesgado en función de nuestra ubicación y circunstancias. Iremos avanzando en la búsqueda de ángulos más consensuados, de enfoques en los que quepan más miradas aligeradas de rencor. ETA causó mucho, cruel y absolutamente injustificable daño fuera y dentro del País Vasco, sin embargo no podremos tampoco olvidar que el eco de los bombardeos de Gernika o Durango aún no se había disipado cuando la organización violenta cometió su primer asesinato. ¿Podrán nuestros relatos del mañana sumar todos los estruendos, todas las sangres, secar todas las lágrimas…? Venimos de una larga espiral de violencia. Tras haber felizmente cedido ésta, quizás haya que esperar un tiempo para enchufar las cámaras y grabar los vídeos. El "mea culpa" de la izquierda abertzale indudablemente aceleraría el proceso. Esa insoslayable solicitud de perdón abriría el paso a mayores consensos, a los vídeos que más pronto que tarde habrán de estamparse en las despejadas conciencias adolescentes, en las limpias paredes de sus aulas.

Estamos llamados a comprender todos los sufrimientos. Cada uno tiene su propio color. Unos son más agudos que otros, más injustificables que otros, pero todos dignos de ser considerados. Hacen falta miradas capaces de recogerlos todos y después ensayar llevarlos a la pantalla. Nadie logrará burlar la severa, la insobornable historia. Todos los relatos, en la medida que pasa el tiempo, se van recubriendo y tamizando de más verdad. En la medida en que se sume información y se resten emociones, la mirada aérea y objetiva irá progresando. Esa mirada más abarcante y, si es que cabe, más definitiva, no será de un día para otro. Podremos acercarla en la medida en que, como decía el “fratello” de Asís, “no busquemos tanto ser comprendidos, sino comprender”, en la medida que dejemos caer coraza y blindaje y nos volvamos sensibles a la pena que creíamos ajena.

¿Quién se puede creer a estas alturas el relato de "la cruzada del 36" que en su día fue absolutamente omnipresente? ¿Quién se iba a creer que, en esa nueva vuelta de la espiral de violencia que arrancó aquí a finales de la década de los sesenta, que la suma de más sangre del “adversario” podría acercar la supuesta “liberación del pueblo vasco”…? Con el transcurso del tiempo, lo falso va ganando en pudor y va cediendo lugar a una verdad que siempre termina silenciosa y sutilmente imponiendo. Quizás menguar la urgencia de proyectar esos vídeos en las escuelas del País Vasco, aguardar a que se aplaquen emociones aún en desnuda epidermis.

Quizás siquiera por un momento detener los vídeos y respirar desde otra casilla. “Socializar el dolor”, pero ya con una semántica absolutamente contraria a la que se utilizó en aquella brutal campaña que iba borrando concejales del mapa. Ahora socializar el dolor, no por supuesto en el sentido de sembrar más de él, sino de acercarnos desde las diferentes trincheras. Ahora compartir el dolor con voluntad de ensayar abrazarnos con las heridas de nuestras almas a cuestas. Más pronto que tarde proyectarnos en las paredes blancas de las aulas, del futuro esperanzado con las cicatrices cerradas y sanadas, que no necesdariamente olvidadas.

 
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