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Los velos de la Aurora

Nada satisfacía aquella permanente inquietud interna. Las verdaderas pistas no estaban en Google, a click de ningún mouse. La demanda del alma no hallaba puerto por más vueltas que dábamos en el océano infinito de la red, no encontraba respuestas por más que explorábamos en el último rincón de las librerías del ramo. Aporreábamos sin suerte una y otra vez los misterios de la existencia humana. ¿Dónde se escondía el libro de instrucciones de este misterioso y apasionante juego por nombre “vida”?

“Esoterismo”, “ocultismo”, “hermetismo”… eran las ciencias limitadas, difíciles, en alguna medida prostituidas, que apenas podían responder a esa agitación desbordada. Fue cuando nos susurraron que nada, ni nadie donde asirse representaba en realidad la prueba inicial del aspirante. Seguramente nada, ni nadie podría satisfacer por entero los grandes, los trascendentales interrogantes que todo ser humano, creyente o no, se ha de hacer en algún instante de la vida, a saber: “¿Quiénes somos?, ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos?” Gigantes, inabarcables cuestiones para la limitada conciencia humana, sin embargo en algún momento había que ponerse a la búsqueda. De lo contrario, otros, desde la tuerta autoridad de una ciencia o una religión separadas, iban a seguir respondiendo siempre por nosotros/as. A fuerza de vagar por el despiste inmenso, dimos con algún rayo de luz, con ciertos principios y leyes superiores a los que adherirnos. Sin embargo apenas posibilidades para enriquecer, para compartir esas pistas. Todo acechaba nuestras inseguridades recién adquiridas.

Los tratados comenzaron a desfilar ante nuestra mirada insaciable. Los ojos se cerraron muchas noches ante unos libros azules que escatimaban revelaciones. Encontramos consuelo en las formulaciones de lo que se conoce por Sabiduría Arcana, Ciencia espiritual, Enseñanza inmanente, Teosofía… Sólo restaba reinventarnos, comenzar a hacer de la Palabra carne. La diferencia abismal entre conocimiento intelectual y Enseñanza superior estribaba en que el conocimiento no te reclamaba nada, mientras que la Enseñanza volcaba los días y además lo pedía todo…

Nos pusimos a caminar con esos pequeños atisbos de verdad. Así proseguimos en nuestros días, así va llegando la hora en que ceden los pudores, en que se rinden las cautelas durante tanto tiempo guardadas. Hemos cuidado las formas, la compostura por demasiado tiempo. Hemos silenciado a la espera de la clara oportunidad. Seguramente esa hora comienza a llegar. Había que ganar algo de crédito, para después hablar mordiéndonos menos la lengua. Ceden los silencios, ojalá no por peligroso orgullo, sino por urgente necesidad. Ceden las bocas cerradas ante el pertinaz desvarío.

Cada quién traza sus propios mapas en medio de las encrucijadas del presente, del gran desnortamiento de nuestros días. Nadie puede marcar a nadie la senda, a lo sumo sugerir ir más allá de lo que nunca fuimos, a lo sumo invitar a la valentía de revisar la pesada mochila de creencias que cada día caducan. A lo sumo encarar el postulado de que hay Mapa colectivo, Plan fascinante e inabarcable, Propósito del que podemos ser cada vez parte más activa. A lo sumo dejarnos impregnar por la dicha de que no estamos solos, de que nunca lo hemos estado, menos aún cuando pulsamos junto con la Vida… A lo sumo atrevernos a pensar que aquello de la muerte era una broma de cuestionable gusto, que cuando se cierran lo ojos de la carne, se abren otros que pueden ver infinitamente más lejos, más bello, más brillante… A lo sumo osar pensar que aquello de la sola vida para ganarnos el Cielo, es un desafío que a ningún caminante, ni atleta del espíritu se lo deberemos en justicia pedir…

Intentamos compartir algo de esa minúscula luz que nos está alcanzando. Preparamos los temas y sentimos el pudor de la supina ignorancia, el rubor de que apenas tenemos algo que decir. ¿Qué contar a los compañeros/as de las convivencias y campamentos de los próximos días? Quizás sincerarnos con la liberadora confesión de que no sabemos nada, pero que estamos en camino, que somos asistidos, que vivimos la hora grande… ¿Qué compartir sino la dicha de estar reunidos, con disponibilidad de servicio en este tiempo único?

Quema en el interior una anhelo de luz. Poco más estamos en condiciones de ofrecer. Convencidos de que va cediendo el tiempo de las bocas cerradas, por dónde empezar… Recuerdo los Foros interreligiosos que hemos organizado en Estella, medio camuflados y con recelo a compartir diáfanos rasgos de identidad. Durante muchos años soportamos esa condición de apátridas espirituales sin siquiera derecho a regio cobijo divino. Ante ciertos miembros de las grandes religiones institucionalizadas éramos los advenedizos, “los sin fundamento” de la última hora. Estábamos obligados a dar una talla que no se homologaba a otros. Los del “abrazo fácil”, éramos también los precursores de una nueva fe de folklore. Alentamos los más amplios círculos de sincero encuentro entre los diferentes, sin embargo cuántos años de nuestras vidas no han sido marcados por la palabra “secta”. Nos inventamos aquello de “Nueva Conciencia”, de “Nueva Espiritualidad” por poner alguna etiqueta, porque este mundo demandaba incluso un nombre para esa suerte de sed del espíritu, de hambre divina, de búsqueda inabarcable, indefinible…

Por cuánto tiempo hemos callado nuestro, tan profundo como humilde, sentir de que todos los credos son manifestaciones temporales y por lo tanto caducas de un mismo Credo. Los Grandes Seres, inspiradores de las religiones, ya estaban unidos antes de pisar tierra, ya veían levantarse los ejércitos en Sus Nombres antes de salir de sus santos vientres. Arriba siempre han trabajado estrecha, íntimamente unidos. La chispa de la confrontación siempre ha saltado aquí abajo, entre quienes se proclamaban sus seguidores. Jesús el Cristo y Gautama Buda estaban/están confabulados. Se dividieron entre sí el terreno, las geografías de dentro y de fuera. Ni de lejos se disputaron ni las unas, ni las otras. Su apostolado vestía diferente túnica, progresaba en diferente idioma, se anclaba en diferente espacio/tiempo…, pero siempre fue uno solo. Mejor que nadie sabían que sólo hay una Causa, sólo un Empeño. Eran/son leales a la misma, oculta y silente conspiración de la Luz, el Amor y la Compasión.

Llega la hora en que nuestro particular credo se ajuste a una realidad cada vez más cósmica, cada vez más reveladora y sorprendente, cada vez más infinita. No sé porqué nos desmelenamos en medio de este julio en que se consagran tantas crisis. Ningún ápice de resentimiento en esta sucinta recapitulación, cada quien ha de asumir plenamente su rol escogido en cada contexto. Llega sin embargo con este verano un renovado impulso de desnudo, de confesar sin ambages ya nuestra identidad, ya nuestra falta de ella. De cualquier forma aquí estamos, aplastados por los interrogantes, pero con una luz en el fondo del ser que ya nunca morirá. Llega la hora del despojado integral del alma…

Hoy anuncian que sube el IVA, pero desconocen que también aumenta por doquier una intensa claridad. Sí, hay Propósito Divino, hay Grandes Seres que lo custodian, hay Shambala o como le queramos llamar al Gobierno espiritual del Planeta… La verdadera vida está más allá de este burdo tacto y a lo largo de las existencias cada ser humano habrá de atravesar los portales de su propia iniciación… Las verdades que pregona la Sabiduría inmemorial están ahí, más allá del Google de nuestra pantalla, en el otro monitor más oculto del alma. No importa nuestra filiación religiosa, nuestra condición social, nuestra ubicación en el tiempo…, nadie puede esquivar los portales de su superación personal, de su iniciación en etapas de más y más pureza y donación. Y en cada etapa el ritual de iniciación, el empuje de elevada irradiación; en cada paso más ligera la mochila del karma, más superior asistencia.

Podemos dilapidar crédito, fundir confianza adhiriéndonos públicamente a los postulados superiores de la Arcana Sabiduría, pero hasta dónde tiraríamos de credos que ya no nos proporcionan recorrido, que apenas nos sirven para interpretar la vida, el mundo y sus misterios. Hasta dónde iríamos con un Padre antropomórfico de la mano, junto a un Dios de fruncido ceño, vinculado exclusivamente a nuestro minúsculo planeta que además nos concede una sola vida en la materia para llegarnos a Su vera… Sí, preferimos correr el riesgo del desnudo. Preferimos cumplir con nuestra parte. ¿Si ayer los discípulos e iniciados/as no callaron con la hoguera por horizonte, al sostener firmes la temblorosa llama de la Sabiduría inmortal y del Amor fraterno, cómo habremos de callar nosotros/as en esta hora tan definitiva, con todos los medios a nuestro alcance?

Ahora que el verbo sea prudente, sea comedido y escalonado… Ahora que el verbo esté a la altura de las grandes, de las sublimes verdades que, poco a poco y de forma medida, el Cielo va depositando en nosotros/as. Ahora estemos a la altura en humildad, en prudencia… por supuesto en exquisito respeto.

Los velos son rasgados en vísperas de la Aurora. Podamos contribuir con humildad al flujo de esa Luz, ahora más que nunca urgida. Amamos la Sabiduría inmortal, subyacente en la Madre Naturaleza, proclamada, con mayor o menor volumen, desde una u otra colina por los Grandes Maestros que siempre han sido. Deseamos fundirnos con Ella. ¿Ciego nuestro amor? Amamos una Verdad que desconocemos, pero que desearíamos poder testimoniar con la virtud… Nos rendimos a esa Verdad sin principio ni fin, sin dueños ni tutores, sin exclusividades ni intermediarios… Vamos tras ella con tanto denuedo como despiste. En realidad sólo sabemos que la vida no es una broma pesada, que, más al contrario, es una aventura apasionante que merece ser vivida en entrega y generosidad absolutas. En realidad sólo sabemos que se nos reclama un enorme esfuerzo de superación y así ser penetrados por más y más Luz, por más y más eterno e inmarcesible Amor, y así poder estar a la altura en esta hora grande de prueba y graduación.

 
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